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La brecha salarial se hace cada vez más grande y peligrosa

Por Daniel Higa Alquicira.

El tema de la pobreza en México no es nada nuevo. Ya sea extrema, material, alimentaria o por no tener acceso a los benefactores básicos que marcan la línea de bienestar, las cifras oficiales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) señalan que al menos 53 millones de personas viven en condiciones de pobreza.

Pero más allá de solo una visión materialista y de niveles económicos, la Ley General de Desarrollo Social (LGDS) señala que la pobreza debe medirse utilizando ocho dimensiones: rezago educativo, acceso a la salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación, grado de cohesión social e ingreso.

Este es un rango muy amplio en donde habrá algunas personas que mejoran en algunos de estos ámbitos y empeoran en otros, pero recientemente se publicó el Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP), que también elabora el Coneval y en donde se pone de manifiesto algo realmente grave y que puede dimensionar la realidad del por qué la pobreza en México sigue creciendo.

Los resultados de este trabajo de investigación son particularmente interesantes, ya que revela la gran brecha que existe entre los niveles de ingresos que percibimos los mexicanos y lo lejos que están para cubrir al menos las necesidades básicas de las personas.

Así, el ITLP señala que para el 41 por ciento de la población que contó con ingresos laborales en el cuarto trimestre de 2017, le fue imposible adquirir la canasta básica alimentaria, la cual tuvo un incremento en su precio de 7.6 por ciento, mientras que los salarios apenas subieron 5.88 por ciento.

De esta manera, el  ingreso laboral descendió 2.5 por ciento tan solo en el año pasado, ubicándose en mil 669.3 pesos desde los mil 711.6 pesos por persona en 2016.

Según el estudio, esta es “la baja en el poder adquisitivo del ingreso laboral más aguda en tres años, desde que al finalizar 2014 el ingreso real cayó 5.6 por ciento a tasa anual”.

¿Y qué sucede cuando tu esfuerzo no te da para poder ofrecerle a tu familia al menos lo básico necesario para tener una calidad vida aceptable? Viene la desilusión, sobre todo de las nuevas generaciones, que ven como sus padres se matan más de 40 ó 50 horas a la semana en el trabajo y esto sólo les da para seguir viviendo con deudas y preocupaciones.

Entonces con pocas oportunidades laborales pero sobre todo con salarios miserables, hay personas que incluso ya han dejado de buscar empleo –los “desalentados dice la Organización Internacional de Trabajo (OIT)– y en el mismo cuarto trimestre de 2017, 5.6 millones de mexicanos tomaron esta decisión ante las condiciones actuales a las que se enfrentan en el ámbito laboral.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), hay 37.1 millones de personas que conforman la Población No Económicamente Activa (PNEA), es decir, que no tienen trabajo y en este mismo sector, se encuentra ese grupo que declaró abiertamente que ya no le interesa siquiera buscar una oferta laboral.

¿Y de qué viven o de dónde obtienen los recursos para subsistir? Esa sería la pregunta a resolver, pero seguramente la respuesta estará en la informalidad, en el autoempleo y en el peor de los casos, en actividades delictivas.

Así, la brecha salarial se hace cada vez más grande y peligrosa porque mientras más nuevos empleos se crean, peor pagados están; mientras más se trabaja, se gana menos y mientras más se esfuerzan las personas, su calidad de vida es cada vez peor; todo lo contrario a lo que se suponía era la fórmula del éxito.

Foto: JosEnrique.

 

 

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