Por Sandyluz.
Preámbulo del concierto: ¿cómo se derivan múltiples connotaciones, a través de proyectar, en pantalla, diferentes imágenes de momentos sociales, con una palabra que los identifica, y que luego es arbitrariamente intercambiada? Podemos pensar en polisemia y en cómo todo depende de la versión que tengamos de los hechos. Nuestra verdad se construye, a partir de cómo se nos narra la historia. Cada cabeza es un mundo, y sí, el storyteller determina el entendimiento que tendremos de la historia…
Suena la primera canción: «Nowhere now», principio del robusto discurso del poeta, músico y artista, Steven Wilson, un storyteller urbano e inglés, quien sabe cómo conmover, con sus notas oscuras y melancólicas; todo ello, en su visita a la Ciudad de México, estos 19 y 20 mayo del 2018, como parte de su gira «To the bone». Asevera Borges en su cuento «El fin»: “De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de (…) laberinto, que se enredaba y desataba infinitamente” (Borges, 1989: p. 251). Exactamente «así» comienza el despliegue musical de un grupo de rock, virtuoso y consolidado, con su cálido líder y frontman, en primer plano: Steven Wilson, quien se revela, polifacético y subversivo, partiendo de su gusto de tocar descalzo y de mantener una apariencia intelectual con sus anteojos, terminando con el discurso personal que despliega, siempre con voz propia, al hablar y al cantar.
El setlist sigue un plan, una narrativa, para contarnos las historia de un personaje, que ha sabido legitimarse, y hacer oír su voz, en una sociedad de masas, comercial y estereotipada, que no podría dar crédito a un personaje de bajo perfil e introvertido. ¿Quién podría creer que el chico introspectivo sería un enorme líder de opinión, quien escribe, compone y produce sus propios discos? Todo eso es Steven Wilson; y su congruencia, hacia lo auténtico, minoritario y artístico, sigue intacta, a pesar del éxito viral de sus últimos discos.
El gancho de «esta historia» se tiene con «Nowhere now» y «Pariah», canciones, en donde expresa que hay un lugar para el desencajado o paria; ambas son composiciones melancólicas, despliegue de balada-rock progresivo, donde se presentan ambientes y personajes de la narración: ¿quién es el protagonista de esta historia y dónde está situado? ¿Hay alguien, entre el público, que se identifique con él? Seguramente varios de los ahí sentados ya quedaron enganchados. Se genera un lazo empático y el relato musical continúa.
Luego viene la presentación del conflicto, como sucede en los cuentos tradicionales: «Home invasión», poderosa pieza de heavy metal, que revela la destreza de los músicos que acompañan la narración vertiginosa de Steven Wilson. La canción, con sus tintes poéticos y galopante desarrollo musical, muestra una honda decepción, hacia el devenir del progreso humano, hacia varias de sus banderas ideológicas. Ideologías empaquetadas derivan la pérdida de identidad, fe y deslealtad, para con uno mismo.
Más adelante, las peripecias de la narración. Entre cimas y valles, canciones, con tinturas de heavy metal y canciones teñidas de nostalgias y tristezas, los espectadores avanzamos, por la trayectoria del discurso conflictivo que se teje: es difícil sobrevivir como individuo, y rescatar los destellos y añoranzas propias, en medio de una sociedad acelerada, donde impera la masificación y la cosificación. Para muestra, los títulos de algunas de las canciones, que colorearon la atmósfera introspectiva y sensible, en esta parte del concierto: «Arriving somewhere, but not here», «Permanating», «Song of I», «Lazarus», «Heartattack in a layby» y «Sleep together» (pieza dramática y potente, que genera el momento retardante, o antesala del clímax de la narración).
El clímax viene, cuando la banda interpreta «Song of Musak», pieza con la que el grupo se revela, sarcásticamente, en contra de la vacua industria musical, que privilegia canciones sin esencia, dignas de servir de música de fondo, dentro de un elevador. Las intervenciones verbales de Wilson, a manera de entremeses, afianzan su discurso musical; se muestra agudo, gentil y sarcástico, para manifestar su disgusto, contra los rigores sociales, que coartan la libertad de expresión y la manifestación individual de la creatividad; por ahí, menciona que hay que honrar el pasado (cuando opta por tocar alguno de sus éxitos pasados); por allá, se revela ante las peticiones de la agitada audiencia, y dice «que va a tocar lo que a él se le dé la gana y que sus canciones variarán de un concierto a otro», aun cuando apenas haya un día de distancia, entre ambas presentaciones.
En el desenlace de su narración musical, con la canción «Song of unborn», Steven Wilson expresa desesperanza y tristeza, por la falta de coexistencia, que muestra el ser humano; asimismo, invita a la valoración de la vida y del momento presente, sea triste, sea alegre, finalmente parte del ciclo de la vida, donde nos toca ser actantes, a la par de las demás especies animales; donde nos toca maravillarnos de la gracia de la vida, mediante la búsqueda individual de nuestra esencia. Así, Steven Wilson redondea su discurso narrativo y musical, con total congruencia.
El hacer despliegue de luces, imágenes de fondo en las pantallas, o superpuestas enfrente de los músicos, para generar una atmósfera determinada, no debe opacar el trasfondo de la historia que este sensible y completo artista viene a contar: cada quien tiene su sitio en el mundo y una misión secreta qué tejer, para significar su existencia. «To the bone» revela, de manera artística e intimista, de manera narrada y musical, una búsqueda existencial, hacia lo introspectivo y esencial de ese ser humano, quien podría devenir en persona. «Hay una hora de la tarde, en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice, o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos, pero es intraducible, como la música» (Borges, 1989: p. 256); y más, cuando hay un discurso reposado, dentro de ella…
Imágenes tomadas del Instagram del artista.
Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…
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