Estamos a punto de despedir 2105. Un año que entre otras cosas, nos recordó que Enrique Peña Nieto ya está a la mitad de su sexenio y parece que fue ayer –como dicen los viejitos– cuando la gente enardecida protestaba en su toma de posesión, marcando el inicio de un gobierno que nunca ha sido bien visto por muchos sectores de la sociedad.
Sin embargo, este año ha sido clave para el gobierno de Peña Nieto. Por un lado fue el momento en donde la implementación de las reformas estructurales comienzan a tener un impacto real en muchos ámbitos de la vida cotidiana de los ciudadanos, sin que esto signifique que las que cosas hayan mejorado significativamente.
Así, la reforma energética ha consolidado su proyecto con las licitaciones de la Ronda Uno en materia de hidrocarburos, que a pesar de estar en un entorno global muy complicado por las condiciones que imperan en el mercado petrolero, poco a poco este sector comienza a atraer inversiones para la exploración, producción y distribución de combustibles.
Para el gobierno federal, la realidad de esto es que ya se empieza a ver los beneficios de la reforma energética con la disminución que han presentado las tarifas de energía eléctrica doméstica, la estabilización del precio de la gasolina y el gas LP, sin aumentos mensuales y la creciente inversión en energías alternativas que ofrecerán otras posibilidades en un corto plazo.
En materia de telecomunicaciones, la eliminación de la larga distancia y el roaming fue el éxito más papable de la reforma en este sector. Además de la mayor competencia que se ha originado con la llegada de AT&T y otros actores que ofrecen servicios de Operadores Móviles Virtuales, que en cierta medida han impulsado en el mercado mayor competencia y mejoras de servicios y precios.
Todo esto ha propiciado que México a nivel económico se ha visto como un país estable y con condiciones propicias para atraer inversiones. La fortaleza económica mostrada en medio de las turbulencias financieras globales han permitido que la económica mexicana tenga un crecimiento muy pobre aún, pero superior a otros países de América Latina que eran consideradas como pilares de la región, como el caso de Brasil.
Sin embargo, la parte oscura que mostró este año fue la inseguridad y la impartición de justicia. A pesar de la implementación del sistema de juicios orales, la percepción del grueso de la sociedad sigue siendo de tener un sistema corrupto y poco confiable.
Pero el tema más grave es el de los derechos humanos en México. Se acumularon casos al respecto, y Tlataya y Ayotzinapa continúan siendo una vergüenza para el sistema de seguridad pública y los órganos encargados de resguardar a la sociedad.
No hay soluciones y los estudiantes desaparecidos, así como las fosas comunes encontradas en Guerrero, son una muestra de que en México los derechos humanos no existen y los mecanismos para garantizar el mínimo de seguridad a la sociedad están rebasado por la corrupción y la infiltración del crimen organizado en todos los ámbitos de gobierno.
Y si cabía alguna duda de esto, la fuga del “Chapo” Guzmán confirmó cualquier sospecha que pudiera quedar.
No solamente en los métodos de resguardo de los penales de “alta seguridad”, la proclividad de los funcionarios a ser corrompidos por las buenas o por las malas y la debilidad del gobierno ante una estructura tan grande como la del crimen organizado; sino por la intromisión de las instituciones de seguridad de los Estados Unidos en todo los actos relacionados con el narcotráfico, tráfico de armas y drogas, así como migración y trata de personas.
Finalmente 2015 también nos dejó unas elecciones intermedias que para muchos fueron una muestra de civilidad y democracia; pero para otros y me incluyo, fue la ratificación de un sistema partidistas que solamente utiliza a la sociedad a su conveniencia y que legitima su poder y su estadía en las altas esferas del gobierno a través de los votos de los ciudadanos.
Se vio organización social para convocar marchas multitudinarias, como el caso de los 43 estudiantes desaparecidos, pero esto no impactó en las votaciones. Es decir, se repitió el modelo en donde la indignación popular afectó poco o nada a funcionarios, presidente y gobierno en general.
Cerramos el año con muchos claroscuros que han sido la muestra de las desigualdades y el desequilibrio con las que funciona México. De cualquier manera, no hay que perder la esperanza de que algún día México será un país en donde al menos, exista muy poca brecha social entre los ricos, ricos y los pobre, pobres… ¡Feliz 2016 y a seguir soñando y trabajando!
Foto: Presidencia de la República Mexicana.
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