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Por Aranzazú Martínez Galeana.
El martes de esta semana leí un ensayo llamado How to write about Africa (Cómo escribir sobre África) de Binyavanga Wainaina, me atrapó desde el principio. La franqueza, ironía y nula hipocresía sobre la forma habitual de referirnos a este continente me dio la idea para esta primera entrada. El ensayo hace una ácida crítica sobre los estereotipos y prejuicios que imperan cuando pensamos en África y cómo éstos, evidentemente, no nos permiten un acercamiento real a cualquier tema relacionado con esta región del mundo. Esta realidad o la remota aproximación que tenemos a ésta, más bien se encuentra entre telarañas de imágenes mentales ya establecidas por otros donde únicamente nos limitamos a repetir lo dicho cientos de veces. Y por ende el compromiso es difuso o ambiguo al basarse en una concepción falsa sobre lo que realmente ocurre en el continente. El autor sarcásticamente repite que lo que se escribe sobre África se hace because you care (porque te importa), cuando genuinamente no es así.
De cierta manera con los Derechos Humanos y los acontecimientos internacionales ocurre algo similar. Deben ser para todos, deben defender a la persona, protegerla; estamos en contra de esto y aquello y así lo hacemos patente en nuestro texto pero por ratos todo se lee inalcanzable y generalmente utópico. Las estadísticas de la trata de personas se hacen presentes, al igual que las fotos de niños que han sido robados de sus hogares. Invariablemente causan conmoción, culpabilidad y en ocasiones, generan un débil fuego que busca mejorar el panorama tan desalentador que en su mayoría se ve apagado al toparse con la rutina y las comodidades en las que vivimos. Y así llega otra historia que nos conmueve y el ciclo vuelve a repetirse hasta que llega un momento en que el impacto de la primera vez es prácticamente nulo, se amontona junto con las buenas intenciones y por ende con las acciones. Dentro de esta categoría de historias que nos conmueven tienen un lugar especial las internacionales. Los terremotos, tsunamis y demás desastres naturales nos asustan y alarman aunque también nos conmueven invitándonos a donar y a establecer temporalmente un interés elemental por el país o la región afectada donde después de unos días todo se evapora. Sumándose en esta clasificación están también las guerras, las revoluciones populares, relaciones álgidas entre el Occidente y el mundo árabe, la hambruna y demás acontecimientos que podemos leer en internet u hojear en algún periódico abandonado en la sala de espera de algún consultorio. Irremediablemente después de un rato de leer, las fotos y entrevistas te abruman y optas por cerrarla o ponerte tus audífonos y escuchar cosas más amables.
El compromiso inicial que tenemos por estas noticias, reportajes, investigaciones y demás en términos posmodernos es líquido y fugaz pero en términos prácticos, es inefectivo y falso. En realidad no importa si hay niños muriendo en Somalia o si la violación como arma de guerra se agudiza en el Congo o si las minorías étnicas de nuestro país siguen siendo discriminadas y apartadas de la vida del México pluricultural que aparentemente tenemos. En realidad nunca ha importado a menos que atente contra tus intereses, ¿cierto?
Más allá de únicamente preocuparnos momentáneamente y “sentir cosa” o “sentir feito” debemos hacer algo. Ese algo puede ser materializado en diversas acciones, definitivamente escribir no parece mucho pero por algo se puede empezar. ¡Hasta unirse a una ONG parece buena idea cuando está de moda el activismo y hacer lo moralmente correcto! Por encima de comprometerse por moda, busquemos hacerlo por convicción y hábito. Busquemos hacerlo por nosotros y por aquellos que no tienen la posibilidad de hacerlo, por aquellos que jamás tuvieron ni tendrán la posibilidad de cambiar su situación a menos que las condiciones económicas, políticas y sociales en las que viven sean transformadas para provocar un cambio tangible en su situación.
Personalmente creo que la clave es sencilla: asumir un papel más activo como miembros de la sociedad civil y poniéndonos idealistas, como ciudadanos del mundo que somos. Se vale exigir, demandar y criticar pero se vale más actuar, proponer y construir canales así como proyectos que impacten sino a miles, sí a los individuos inmediatos que nos topamos en nuestros círculos más cercanos. Empezar con acciones pequeñas y realistas siempre es una gran forma de iniciar. Tal vez no puedas ir a alfabetizar a los niños que viven en un campo de refugiados en Ruanda pero si puedes hacer servicio voluntario a la escuela pública de tu colonia. Sin ir más lejos en nuestro afán del salvar al mundo, en México hay mucho por hacer. Este espacio buscará reconocer a aquellas asociaciones, individuos que lo salvan diariamente y que se casan con los ideales que por momentos vemos inalcanzables. Buscará informar para que sí nos importe.
¡Excelente forma de fomentar la conciencia!
Me parece pertinente subrayar la importancia de crear estrategias no sólo en los momentos de crisis y/o cuando una situación llega a ser alarma para el país.
Fenomenal la propuesta del artículo: Más HECHOS, MÁS BÚSQUEDA DE SOLUCIONES Y ESTRATEGIAS PREVENTIVAS.
Esta reflexión es un buen comienzo como agente del cambio sugerido.
¡Felicitaciones!
¡Muchas gracias por tu comentario, Ilse!