Por Sandyluz.
Cuando pensamos en ceremonias, acuden a nuestra mente eventos sociales, ligados a un momento de júbilo, a un momento conmemorativo religioso. ¿Qué tal que en vez de celebrar con alegría se celebrara con solemnidad y resignación? ¿Qué tal que en vez de cumplir con lo religioso, y tediosamente estipulado por el dogma cristiano, nos adentráramos a las cultos ancestrales y paganos? ¿Qué misterios podrían develarse, a partir de la invocación de entidades aparentemente fantásticas? Todo esto es explorado en el cuento «La ceremonia» de H.P. Lovecraft, un relato tan inverosímil y espantoso, que se antoja probable.
El narrador protagonista, revela la anécdota plausible, con tintes testimoniales: fue convocado para ir al condado de Kingsport, Massachusetts, a presenciar una ceremonia tradicional de su familia, misma que persiste desde 1650. El lugar es una ciudad marítima y desolada. Todo parece como si el personaje se hubiera remontado siglos atrás, en búsqueda de la leyenda familiar perdida. Las calles zigzagueantes y los techos obtusos de las casas lo conducen hasta la extraña morada de sus antepasados. Un par de ancianos lo introducen en lo que va a presenciar: la conmemoración del solsticio de invierno. Hasta aquí todo parece apenas tenso y peligroso, ¿cierto? La atmósfera añeja, plomiza y mortecina sólo es la antesala para los horrores que se avecinan, dentro de una gélida iglesia, en el hondísimo ulterior de una cripta. Los abismos profundos dejan de ser mera sospecha y el personaje se encuentra atónito, ante lo que el grupo de testigos invocan por medio de plegarias y de una flauta. Terrible y perpetuo horror primigenio; no desfallece; sólo se oculta de las miradas de los hombres escépticos. Después de todo, las leyendas de monstruos y seres de otro mundo deben ser inspiradas a partir de alguna visión, verídica o delirante.
Lo fantástico del cuento se torna asunto de sospecha y gravedad, cuando habilidosamente el autor nos hace creer que los dos sitios del cuento (Kingsport y Arkham) existen. Se despliega el ingrediente ciencia ficción -tan característico del autor-, cuando revela, como datos verídicos, que ambas locaciones están ubicadas en Massachusetts, en el condado de Essex; la geografía lovecraftiana podría despistar al lector menos agudo. Del mismo modo, en este cuento expone que el protagonista se halla en una sala con libros prohibidos, algunos tan inexplicables, como extintos; entonces, ¿realmente existen? Para muestra: «Marvells of Science» de Morryster, «Saducismus Triumphatus» de Joseph Glanvill (1681), «Daemonolatreia» de Remigius (1595) y, como declara el narrador, el peor de todos, el «Necronomicón» del árabe Abdul Alhazred, el cual es mencionado en éste y varios cuentos más de Lovecraft. Esta argucia bibliográfica nos seduce hacia la posibilidad de que, después de todo, es delgada la línea que separa la ficción de la realidad; los monstruos y seres míticos podrían tener un halo de posibilidad en el mundo real. ¿Cuántos libros se habrán perdido a través de los siglos, llevándose sus referentes hacia lo desconocido? Irónico: el ser humano cree conocer todo por medio de sus capacidades sensoriales, pero deja sin explorar todo aquello que rebasa los límites de sus capacidades intelectuales… Entonces, ¿acaso lo desapercibido es inexistente? De este modo, el terror se adueña del lector más incrédulo, porque lo que más nos aterra es lo que podría estar en nuestro horizonte próximo, sin despertar sospechas. El ser humano siente horror e intriga por aquello que no puede explicar racionalmente, por aquello que escapa de su jurisdicción. Lo inexplicable y fantástico se tornan terroríficos, cuando el ser humano no los inventa, cuando resulta que existieron antes que cualquier ser humano.
En este cuento, esta óptica ultraterrena y metafísica es expuesta con la elegancia de las citas textuales, los pies de página y las fechas que le otorgan la categoría de «viables». En ese tenor, el estilo de Borges teje un paralelo con la obra de Lovecraft: también gusta de explorar las regiones sobrenaturales, misteriosas y vetustas de mitos y leyendas, que perduran como simples ficciones, en la memoria de los hombres. Borges también acude al recurso de descripciones geográficas exactas, citas textuales de libros y referentes que hacen dudar al lector sobre su legítima existencia («El congreso» y «La secta de los treinta», cuentos incluidos en «El libro de arena«).
La viabilidad de los fenómenos sobrenaturales, relacionados con civilizaciones primigenias o con ancestros extraterrestres, es uno de los grandes temas del universo de Lovecraft. Y todo ello engendra un miedo real a lo desconocido, a la negrura de lo inaprehensible. El Necronomicón -y sus horrores- tal vez sólo sea un libro extraviado, una verdad sin revelar. Y es que, en el linde del misterio y lo desconocido por la humanidad “los espíritus consiguen que las cosas que no son, se muestren ante los hombres, como si existieran” (Lovecraft: 2013: p. 31). Después de todo, por mera relación de opuestos, si existe natura, debe existir contranatura.
Fuente consultada: Lovecraft, H.P. «La ceremonia» en Antología del horror. Vol. I. México: Porrúa, 2013.
Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…
Leave a comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.