Por Asfaltos.
Último fin de semana del año, y sí, hay en cartelera una película mexicana y guatemalteca -dos, en una-. Después de un largo recorrido por festivales de cine en todo el mundo, hoy viernes 28 de diciembre llega la película «La casa más grande del mundo». La cinta es codirigida por Ana V. Bojórquez de Guatemala y Lucía Carreras de México; sí, la misma Lucía de la extraordinaria «Tamara y la Catarina«, ahora también en otra imperdible película. Ahora que ya todos andan embalados con ese «otro México, el real» que nos gusta ver en el cine, ¿qué tal acercarse a esa «otra Guatemala, la real, esa que también nos gusta ver en el cine»?
La trama nos presenta a tres mujeres quienes viven en las montañas guatemaltecas: la abuela, la madre y la hija, ésta última a quien conoceremos como la pequeña Rocío. La mamá de Rocío, acostumbrada a llevar diariamente a su pequeño grupo de ovejas a pastar, se siente indispuesta; pronto llegará una nueva vida más al hogar, por lo que ahora la encargada de la misión cotidiana, la que les da sustento, es Rocío. Sin embargo, en forma Rocío es todavía una niña.
En los hermosos paisajes captados, con una fotografía extraordinaria que nos hace sentirnos inmersos en un sitio idílico en el que el ritmo de vida es otro, Rocío lleva sus ovejas a donde otra amiga la espera y entonces sucede lo inevitable: la vida de una niña quien por su naturaleza reacciona al juego y se deja llevar. Pero ojo, en efecto, nos encontramos frente a «La casa más grande», un sitio donde las ovejas se pueden perder en cualquier rincón, y donde después, desesperada, Rocío tendrá que encontrarlas.
En «La casa más grande» nos encontramos frente a un coming-of-age en toda la forma. ¡Pero si Rocío es apenas una niña! Por eso, porque en el lugar donde a ella le tocó crecer, se madura más rápido; porque con ella, apenas siendo una niña, el mundo de responsabilidades cae de golpe cuando desesperada ella no encuentra lo que le encargaron. Rocío recuerda que más allá de su divertimento personal, hay dos -y próximamente tres- vidas que dependen de que ella encuentre lo que perdió.
Con el ritmo de la vida del lugar, en una narrativa que sin muchos aspavientos nos va llevando de la mano a donde quiere, las dos directoras cumplen con «La casa más grande» con traernos una cinta extraordinaria. Porque es, también, una pequeña épica en la que observamos a Rocío enfrentar un muy personal «camino del héroe» para descubrirse y vencer a sus propios miedos.
Sin conocer tanto de la carrera de Ana V. Bojórquez, sí hay que decir que se nota sin duda la buena mano de su colega Lucía Carreras. Carreras una vez más se adentra en una historia femenina en donde se nota su trabajo, que sumado al de la guatemalteca Bojórquez, no hace más que brillar todavía más. La película, además de la lectura central, permite también otras; pues nos encontramos una vez más un lugar donde los hombres están ausentes, quizá, quizá… del otro lado de la frontera norte de nuestro país.
Destaco también el trabajo actoral primero de la pequeña Gloria López, quien lleva el peso de la película como Rocío; pero también de María López como su amiga Ixchumilá y de Elder Escobedo como el joven y travieso Ajpú. También es importante mencionar que la cinta, parcialmente, se habla en la lengua mam de la misma localidad guatemalteca que también tiene origen maya. Complementan el reparto Myriam Bravo como la mamá, Fabiana Ortiz de Domingo como la abuela y finalmente Daniel Ramírez como un viejo que también aparece.
«La casa más grande» es entonces una cinta fina, sencilla y muy bella para este fin de año. Perfecta, yo diría, para quienes buscan como Rocío en la imagen de la portada de esta reseña, dar un paso hacia adelante y crecer. Da gusto encontrarse con una película guatemalteca que une fuerzas con el cine mexicano para lograrse. ¿Imperdible? Yo diría que sí, se la pasarán muy bien.
«La casa más grande» estrena hoy viernes 28 de diciembre -y no, no es broma del Día de los Inocentes- de momento en Cineteca Nacional. ¿Qué dicen, la ven y la comentamos?
Con imágenes e información cortesía de Georgina Cobos.
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