En México se conmemoraron recientemente 101 años del inicio de la gesta revolucionaria. Bueno, se eligió este día como fecha de inicio, pero realmente tanto el inicio como el final de este periodo siguen siendo un tanto inexactos. Como sea, el 20 de noviembre de 1910 (a las 18 horas de la ciudad de México), Francisco I. Madero lanzó un llamado a todo México para que se levantara en armas. El motivo, por lo menos el de Madero, era el de terminar la dictadura de Porfirio Díaz. Lo único cierto es que México, a partir de esa fecha, ya no sería el mismo…
Con esa excusa, y con el ánimo de terminar la labor aquí comenzada, me doy la oportunidad de entregarles la segunda parte de mi viaje por el romántico porfiriato mexicano; época que por un momento colocó a este país en una aparente modernidad y prosperidad en ciertos sectores sociales, pero una época que dejó también a muchos a la buena (o mala) de Dios. Las terribles condiciones laborales de muchos obreros, los exterminios indígenas, el abandono del campo y el enriquecimiento de unos pocos, fueron motivos suficientes para que México estallara. El porfiriato, a pesar de que aquí lo recordaremos con toda su elegancia, es una etapa en la historia de México que tuvo sus pros y sus contras.
El autor de este vals, cuya fecha de creación es poco antes del inicio del porfiriato (por ahí de 1869), fue un hombre de nombre Melesio Morales. Melesio nació en la ciudad de México, sitio al que regresó tras la caída del fugaz Imperio Mexicano de Maximiliano. Curiosamente, Melesio llegaba de Italia (al igual que Maximiliano), sitio en el que logró cosechar triunfos asociados con sus óperas que se llenaron siempre de buenas impresiones. A Melesio se le reconoce la fundación del Conservatorio Nacional de Música, además de ser indiscutiblemente el precursor de la ópera en México.
En esta composición que brilla por sus características propias de la romanza italiana, se puede apreciar el nivel de un músico que para la mayor parte del público mexicano de hoy día, simplemente pasa desapercibido…
Felipe Villanueva es el nombre del compositor, nacido en Tecámac, Estado de México, que fue también violinista, pianista y compositor representativo del porfiriato. Villanueva, que tenía ascendencia indígena, vivió momentos complicados en los que fue despreciado e incomprendido por su pasado. De hecho, Felipe fue dado de baja del Conservatorio Nacional de Música por esta razón completamente racista. Por eso es sorprendente escuchar la calidez con la que este músico, admirador de la música alemana y francesa, logra atrapar al escucha con un vals lleno de pasión.
Ahora nos vamos con un vals un tanto bélico. La composición corrió a cargo del sonorense Rodolfo Campodónico. Rodolfo fue director de la banda de Hermosillo, Sonora, y fue participante leal de la lucha revolucionaria contra el régimen porfirista. Perteneció entonces al Club García Morales, que era un grupo en donde se prohibía la imposición de gobernantes que permanecieran en el poder. El color distintivo de este grupo político fue el verde. Con el tiempo el grupo sería conocido como el ‘Club Verde’, al que Campodónico dotó de himno con esta bella melodía. Por razones obvias, el vals fue prohibido; pero para los revolucionarios con el tiempo pronto se volvió en un himno digno de su causa.
La revolución mexicana, lejos de ser la gloriosa lucha de la que muchos hablaron por décadas en México, fue ciertamente una lucha sanguinaria que dejó una cantidad lamentable de tragedias sobre suelo nacional. Muchos murieron en la revolución mexicana. Uno de esos hombres fue precisamente José de Jesús Martínez, quien nació en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en 1888. La vida de Martínez terminaría en el ferrocarril de México a Cuernavaca, justo cuando el 2 de mayo de 1916, se topó con un enfrentamiento entre Zapatistas y Carrancistas. Como sea, José de Jesús nos dejó este trabajo que sería su vals póstumo, los tristes jardines…
Termino este viaje por el porfiriato mexicano, con una composición del gran Juventino Rosas, quien escribió este vals por ahí de 1893. La historia detrás de este trabajo es curiosa, pues comienza al ser un encargo del mismísimo presidente Porfirio Díaz, cuyo tema esencial era evidenciar la belleza de su querida Carmelita Romero Rubio. Juventino, quien se dice estaba enamorado de la esposa del presidente, realizó un trabajo excepcional en el que logró transmitir la pasión por su amada en cada nota. Se dice que al momento de presentar este vals ante el presidente y su esposa, Carmelita se había sonrojado, situación que percibió Díaz y por lo que se la llevó. Se dice que Juventino se enfureció y rechazó el pago correspondiente del primer mandatario de México. También, se dice, que Carmelita le regalaría un hermoso piano de cola como muestra de su agradecimiento.
De toda esta anécdota cabe recordar la maravillosa y muy divertida película ‘México de Mis Recuerdos’, en la que indirectamente se cuenta esta historia.
Fotografía: Calle Porfirio Díaz, de Fernando Barrientos.
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