Por Mariana Uty Estrada.
El “Indio” Fernández en El Rapto filmada en 1953 nuevamente nos presenta a La Doña, a la que como en la película de Río Escondido enaltece en su papel de mujer fuerte, independiente y fría. La diferencia es que en esta historia María Félix no es una profesora, sino una adinerada mujer que adquiere una propiedad que supuestamente estaba abandonada. Una vez que el dueño reaparece, los dos se verán en una batalla por poseer aquella hacienda, lo que desatará sucesos inesperados.
Con ‘inesperados’ me refiero a todos los eventos que se desatan a partir de que los mandatarios de aquel pueblo no quieren admitir el gran error que cometieron al vender un lugar que no les pertenecía; y una vez reclamado, al no contar con el dinero que nuestra protagonista, Aurora Campos, había utilizado para comprar aquella gran propiedad, que en realidad pertenecía al personaje interpretado por el Charro Cantor.
La historia, además de mostrar de forma descarada lo corrompidas que estaban las autoridades, se centra en la relación entre Aurora y Ricardo, quienes se desprecian a muerte por el deseo que tienen de obtener la hacienda, y porque los dos tienen un gran temperamento.
Pudiera parecer una cinta machista, en parte porque Jorge Negrete coestelariza, sin embargo, por el rol que toma María Félix, su género está más inclinado a ser una comedia ranchera-romántica, que aunque visto en varias ocasiones, es siempre aclamado por el único hecho de ser interpretado por ella. Cabe agregar que en este filme, La Doña se asemeja un poco al personaje de Catalina en La fierecilla domada, por su fuerte carácter, belleza, inteligencia y por supuesto, ganas de fastidiar al otro, que como era de esperarse, logra enamorarlo, pero también la transforman.
Debo admitir que esta no es la mejor del “Indio” Fernández, pero aún así es entretenida. Su final no es el cliché que muchos esperarían ver, haciéndola convincente y recomendable para quienes buscan ver una comedia mexicana. Lo que sí, es que esta película tiene varios elementos emblemáticos, entre ellos: la enemistad que alguna vez existió entre María Félix y Jorge Negrete, quienes poco después de este rodaje, contraerían matrimonio. Otro de ellos es la lucha constante de Emilio Fernández para no perder su fortaleza en el cine mexicano, pues en aquella época se enfrentaba con grandes del cine como Roberto Gavaldón y el español Luis Buñuel.
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