Una mujer divinizada y descarnada, Cihuateteo.
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Leyendas de la antigua Tenochtitlan

Por Enrique Ortiz.

En la antigua Tenochtitlan existían muchas leyendas; algunas en verdad aterraban a sus habitantes. En un mundo dominado por la religión y las supersticiones es evidente que no podían faltar relatos de fantasmas o de aparecidos. Una de las leyendas que aún tiene vigencia en el incosciente chilango es la de «La llorona». El mismo Motecuhzoma, años antes de la llegada de los españoles, fue testigo de muchos presagios funestos entre ellos una mujer que por las noches lloraba desconsoladamente. Pensaban que era la diosa Cihuacoatl (mujer serpiente) o la misma Tonantzin (nuestra madre).

Aquí una cita que relata Sahagún sobre el fenómeno:

«…muchas veces se oía: una mujer lloraba: iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos: ¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía: ¡Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré?«

Estamos frente al origen documentado de «La llorona», leyenda que tomó más fuerza a través de la colonia como podemos leer en el libro de Luis González Obregón, Las calles de México, donde el autor cita al español José María Marroquí:

«… y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos pálidos y fríos como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer llegando al lago, como si se sumergiera entre las aguas y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y adónde iba, se le dio el nombre de ‘La llorona'». La llorona, Códice Florentino.

Otra famosa leyenda prehispánica que podía aterrar hasta al más valiente guerrero tenochca era la de cierta enanita llamada Cuitlapanton. Aquellas personas que tenían que ir a hacer del baño a la mitad de la noche ya fuera saliendo de una reunión, o después de haber ido a visitar a su joven amante, corrían el riesgo de encontrar a este espectro. Se trataba de una enanita peluda que siempre aparecía en lugares solitarios para espantar a los incontinentes.

La última leyenda que comentaré era tal vez la más aterradora, ya que se trataba del espectro de un guerrero muerto en batalla. Llevaba el nombre de «Hacha nocturna» o Yohualtepoztli. Otras fuentes comentan que se trataba de cuando el dios Tezcatlipoca se materializaba en este mundo en la forma de Yaotl, el enemigo. Era el espectro de un hombre descabezado, con su pecho abierto y sus costillas que se abrían como si fueran dos puertas las cuales rechinaban por la noche anunciando su presencia. Entre ellas se podía ver su corazón. Este espectro anunciaba la enfermedad, la muerte y el sacrificio para aquellos que se cruzaban en su camino. Sin embargo existían los valientes que salían de la ciudad para buscarlo en la noche completamente armados, pues si lograban arrancarle el corazón al espectro su más añorado deseo sería cumplido por la voluntad de Moquequeloa (el burlón), Tezcatlipoca. Si no lo lograban seguramente no volverían a saber de ellos, o simplemente regresarían abatidos a su hogar donde en poco tiempo enfermarían y morirían.

Así que ya saben a lo que se pueden enfrentar si salen por la noche a recorrer las calles de Tenochtitlan.

 

 

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