- Tweet
Por Ligiaele.
Asistimos puntuales a nuestra cita. En el Teatro de las Artes, ubicado en el Centro Nacional de las Artes, estábamos listos para entrevistar a Sergio Aragonés. Uno de los tres invitados especiales de FESTO Cómic, Festival de Autores del Cómic realizado en el marco del Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil FILIJ, se sentaría con nosotros para platicar de su carrera. ¿Nervios? Muchos. ¿Emoción? Demasiada.
RECONOCE MX (RCMX): Sabemos que has dibujado desde muy pequeño, pero tenemos la duda de saber si te sigue gustando como entonces o, ¿ahora te gusta más?
SERGIO ARAGONÉS (SA): Creo que más. Porque cuando era niño me gustaba dibujar pero era muy frustrante, porque nada me salía bien y ahora más o menos sale como quiero. Me gusta más.
De niño me encantaba, iba a ver películas y cuando llegaba a casa empezaba a dibujar las películas de animación. Copiaba las tiras cómicas, los cómics, todo lo que veía. Era imposible, no podía copiar a los serios, porque no sabía yo nada de anatomía. Estoy hablando de cuando tenía 4 o 5 años. Los cuervos, los conejos, me salían muy bien y si me divertía mucho, pero más ahora.
RCMX: ¿Cuál es su personaje favorito de ese entonces?
SA: Siempre me ha gustado el humor, me gustaba mucho lo de Disney, Pinocho ha sido una de las películas que más me ha impresionado, y me sigue impresionando todavía. Pero de las tiras cómicas, eran los personajes de humor, más que de los serios. Había un dibujante argentino que se llamaba “Oski”, y me encantaba su trabajo, hacía unas narices y unos ojitos pegaditos. Eso como nos desarrollamos. Vemos un dibujante que nos gusta, tratamos de copiarlo y poco a poco vamos desarrollando el nuestro basándonos en lo que nos gusta. Luego vi a un americano que firmaba DiP y me dije: ¡Oh!, así debo dibujar yo. Y poco a poco vas cambiando todo, hasta que llega un momento en el que te das cuenta que lo que estás dibujando es lo tuyo sin copiar ya nada de los demás.
RCMX: Sabemos que en tu carrera ya has tenido bastantes recompensas y muchos reconocimientos, pero, ¿qué fue lo más complicado en este camino?
SA: Complicado fue dejar México, dejar la familia, a los amigos, para emprender una carrera que ya no podía hacer aquí, porque ya no había sitios en donde hacerlo. Yo tenía una plana semanal en la revista Mañana, tenía chistes para el Ja-Ja, unas portadas para el cancionero Picot, y otros tipos de revistas, pero eso no te daba para vivir. Entonces yo necesitaba un mercado verdadero para el tipo de dibujo que yo hacía, porque en México en esa época -y sigue siendo así- prevalece el humor político y yo no lo hago, hago un humor blanco y Estados Unidos me pareció el mercado más apropiado. Entonces me fui, y ese fue el momento más duro para mí, el dejar, porque yo estaba seguro que la iba a ser. Me fui sin dinero y sin nada, y me fue bien, porque sabía que lo que yo hacía estaba mucho mejor que otros.
RCMX: Entre tus maestros se encuentra Jodorowsky, el escritor, el cineasta, el mimo… Tu trabajo tiene por momentos mucho de mímica. ¿Hay algo de ello, de esos días de aprendizaje?
SA: Sí, cuando estaba en la universidad, estaba estudiando arquitectura, estaba en el teatro de arquitectura, no porque quisiera ser actor, sino porque mis mejores amigos que eran actores y estudiaban arquitectura iban ahí a ensayar y me sentaba con ellos: No faltaba quien me decía: «¡Hey, Sergio! Ven y lee por él». Yo pertenecía al grupo por ósmosis, por estar con mis amigos. Y cuando Marcel Marceau, uno de los mejores mimos, vino a México, a Bellas Artes a presentar su obra, la universidad le preguntó si podía dar unos cursos, no pudo él, pero uno de los mimos que trabajaba con él era Alejandro Jodorowsky, que no sólo trabajaba con él, sino que le había escrito muchas de las partes a Marceau de las clásicas y el decidió quedarse. Hablaba español, es chileno, y abrió una escuela de pantomima, y yo quise estudiar pantomima, no para ser actor, sino para aplicarla a mis dibujos, para entender. Porque yo veía a los mimos, que funcionaban como si de verdad las cosas tuvieran peso, y había cosas que no existían, se paraban y ahí estaban. Para mí, eso fue un descubrimiento mayor, porque yo había visto a los mimos en el teatro, también en el cine, pero cuando vi a Marceau, quise aprenderlo para aplicarlo al dibujo, y me funcionó muy bien. Trabajé con Jodorowsky, es más, hicimos teatro juntos. Yo presenté las obras de las pantomimas, pero en lugar de sacar los letreros que decían el “Mago”, “El caballo”, yo los dibujaba, en cada blanca, como mimo, todo fue pantomima, incluso los anuncios de todo lo que estaba pasando. A él gustó mucho y nos hicimos amigos, yo me fui a Estados Unidos y él se quedó en México dirigiendo películas, después se fue a Francia para hacer cómics fantásticos y seguimos siendo amigos.
C O N T I N Ú A . . .
Leave a comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.