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Ruben Östlund es el cineasta tras la multipremiada Force majeur, drama sueco que si bien quedó fuera de la competencia por el Oscar, logró posicionarse en el 67° Festival de Cannes dentro de la sección Un certain regarde, así como dentro de festivales suecos e independientes.
Siguiendo la tradición sueca de explorar a la naturaleza humana (recordemos a Bergman por excelencia), Östlund hace una disección macabra del retrato de la familia perfecta que decide tomarse unas vacaciones en Francia.
Con su marcado estilo visual de minimalismo y elegancia, Östlund retrata a Thomas (Johannes Bah Kuhnke) y Ebba (Lisa Loven Kongsli) jugando a la familia feliz junto a sus hijos Vera y Harry (Clara y Vincent Wettergren). Ya sea en el ski o tomando la siesta, la armonía parece ideal hasta que una avalancha irrumpe contra la familia mientras desayunan en la terraza del hotel. “¡Papi, Papi!” son los desesperados gritos de Harry al ver a la nieve venir contra ellos, a lo que Thomas reacciona con lo que se juzga un imperdonable acto de cobardía: abandonar a su familia para ponerse a salvo.
Tras el shock inicial, la situación cambia sin dejar mayores daños, sin embargo, la acción de Thomas resquebraja el retrato de la familia feliz. “Nos abandonó”, recordará Ebba constantemente.
A lo largo de estas vacaciones de cinco días, Östlund desmenuza las facetas de enfrentarse a una cruda verdad: ¿Qué somos y, hasta dónde podemos llegar como seres humanos?
El escenario de la historia es inteligentemente manejado para dar pie a los juicios de valor por parte de los personajes que al final no son ni héroes ni villanos, sino personas víctimas de sí mismas y de una realidad difícil y dura de aceptar.
Fuerza mayor es un filme extenso, que en sus 118 minutos pone a debate el sistema de valores sociales contra lo que primordialmente somos, seres de instintos. Discute la dualidad entre hombres y mujeres, entre convenciones y realidades, y la validez de la familia nuclear y su estatus de “ideal” quedan en un plano cuestionable.
Mediante la presencia de otros personajes y parejas poco ad hoc, Östlund nos abre el camino a replantearnos supuestas certezas y a llegar a una conclusión que a pocos les será fácil de digerir y es, que nadie puede saber hasta dónde llegaríamos en una situación que se sale de nuestras manos, literalmente.
Si bien, en algunos momentos la película parecería demasiado ambiciosa y con situaciones forzadas: la presencia que se le da a otros personajes, cuya función es crear contraste o dar paso a otros diálogos como explicación colateral a las situaciones vividas, o secuencias que si faltasen tampoco afectarían a la historia ni a las premisas que plantea el filme.
Al final, Östland logra concretar sus ideas sin dejar una sola visión a lo que como humanos debemos esperar de nosotros mismos, pues somos nada más y nada menos que seres sociales luchando contra corriente al drama de nuestros instintos. Si algo ha destacado a Fuerza mayor es precisamente la discusión que genera en un tema que muchos preferiríamos no pensar por las respuestas que sabemos, podemos llegar a encontrar.
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