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Por Enrique Ortiz.
«Esta ciudad Churultecatl está asentada en un llano y tiene hasta veinte mil casas dentro, en el cuerpo de la ciudad y tiene arrabales otras tantas. Es señorío por sí y tiene sus términos conocidos, no obedece a ningún señor». Hernán Cortés, «Cartas de relación».
Esta fue la descripción que dio Cortés sobre la gran urbe mesoamericana de Cholula, o como se le conocía en aquellos tiempos Tollan Cholollan. Recordemos que existieron muchas Tollan (Tulas) y que esta palabra representaba una gran urbe que atesoraba el conocimiento, la herencia civilizatoria que venía desde tiempos teotihuacanos. La Historia Tolteca-Chichimeca de Alva Ixtlixochitl nos dice que esta gran ciudad se fundó sobre manantiales o remolinos de agua, y qu fue a partir de este hecho que empezó a tomar su carácter de sacralidad. Lo que queda de la gran ciudad de Cholollan, que en sus tiempos de esplendor tuvo más de 100,000 habitantes, se encuentra en un área federal bardeada entre los municipios de San Pedro y San Andrés; a 7 kilómetros al oeste de Puebla. Cholula es un vocablo náhuatl y significa “el lugar de la huida” o “agua que corre en el lugar de la huida”, esto dependiendo de la fuente. El origen de esta palabra se encuentra en las distintas oleadas de invasores que llegaron para asentarse entre los colomoxcas, los habitantes originales de estas tierras. Desconocemos cuál era su nombre en tiempos prehispánicos, aunque algunos expertos dicen que su nombre pudo haber sido Achololan “donde corre el agua”. Existen evidencias de asentamientos humanos en la zona desde el año 650 a.C.
De acuerdo a los hallazgos arqueológicos de la zona, se piensa que Cholollan fue un importante eslabón en la red de comercio teotihuacano, especializándose en la alfarería (naranja delgada o policroma tipo códice). Basta con recordar que Motecuhzoma, el Huey Tlahtoani de Mexihco-Tenochtitlán, comía usando las “vajillas” de Cholollan. Las usaba en una sola ocasión, pues alguien de su importancia no podía volver a utilizarla. Se piensa que esta ciudad fue un importante aliado de la gran ciudad de Teotihuacán, pues ambas sufrieron de desórdenes sociales, saqueos y decadencia entre los siglos VI-VII de nuestra era; sin embargo Cholula se recuperó para tener otro periodo de esplendor, situación que no sucedió con Teotihuacán.
El elemento distintivo y más conocido de Cholollan es el gran basamento piramidal trunco hecho principalmente de adobe, lodo y piedra sobre el cuál actualmente se encuentra el santuario de la Virgen de los Remedios. En tiempos precolombinos era conocida como Tlachihualtepetl que en náhuatl quiere decir “Cerro hecho por la mano del hombre”, y se piensa que estaba dedicado a Chiconaquiahuitl o 9 Lluvia. Como su nombre lo dice se trataba de una deidad asociada a la lluvia, a la fertilidad, a los cuerpos acuíferos indispensables para el ciclo agrícola que daba alimento a los pueblos mesoamericanos. Su construcción empezó alrededor del siglo I de nuestra era (etapa constructiva llamada La Olla) y al parecer su última etapa constructiva fue del siglo VI. Aún no se puede sacar datos concluyentes pues la gran montaña aún guarda muchos de sus secretos a pesar de más de 70 años de investigaciones. Una de ellas la encabezó el arqueólogo Ignacio Marquina en 1931 mediante la perforación de túneles a lo largo y ancho del gran basamento. Esta técnica ya había sido usada en el sitio arqueológico de Tenayuca. Las investigaciones continuaron hasta 1971 cuando ya se llevaba 10 kilómetros de túneles que serpenteaban al interior de la estructura. En aquellos tiempos se pensaba que el gran basamento piramidal de Cholula tenía 5 etapas constructivas (Los tableros, Los Chapulines, La Olla, Escalonado 1 y Escalonado 2) sin embargo gracias a las recientes investigaciones encabezadas por la Universidad de las Américas de Puebla, se pueden agregar por lo menos otras 3 y otras ampliaciones de adoratorios y plazas de forma individual. Aunque el Tlachihualtepetl no es la “pirámide” más alta del mundo, si es la que contiene mayor volumen con 4,500,00 metros cúbicos de lodo y piedra. Su altura era de 60 metros y medía 400 metros por cada uno de sus lados. Tenía 120 escalones, 6 más que los del Templo Mayor de Tenochtitlán.
Podemos simplificar la historia de Cholollan en dos grandes periodos, el primero del siglo I al VII d.C. cuando el poderío de la ciudad estaba asociado al de Teotihuacán. En aquellos siglos el centro religioso y administrativo de la ciudad era el gran basamento, como el patio de los altares. Durante este periodo tuvo influencia de los pueblos ñuiñe estrechamente asociados con la mixteca poblana y oaxaqueña. Durante los obscuros y tumultosos años que siguieron a la caída de Teotihuacán y al saqueo que sufrió Cholollan, la ciudad fue habitada por olmecas-xicalancas provenientes del golfo. No fue hasta el siglo X d.C. cuando los toltecas incursionaron por el Valle de Puebla que Cholula volvió a tener su antigua importancia como centro religioso y comercial. A inicios del posclásico se construyó el gran teocalli dedicado a Quetzalcoatl dentro de un nuevo complejo ceremonial ubicado en la plaza del municipio de San Pedro Cholula. Aunque el gran basamento ya no tuvo ampliaciones y fue cubierto por la vegetación, el lugar siguió siendo un centro sagrado donde se dejaban ofrendas y se construían pequeños altares. Ya para la llegada de los españoles y sus aliados, la ciudad de Cholula había recobrado su status como una ciudad sagrada consagrada principalmente a Ehecatl-Quetzalcoatl. Incluso se sabe que otros altepeme o ciudades de la región iban a este importante centro religioso para confirmar el nombramiento de algún importante sacerdote o gobernante. Bernal Díaz del Castillo describe de esta forma a Cholollan:
«Tenía aquella ciudad en aquel tiempo tantas torres muy altas, que eran cúes y adoratorios donde estaban sus ídolos, especial el cú mayor, era de más altor que el de México. Según entendimos, había allí un ídolo muy grande, el nombre de él no me acuerdo; más entre ellos se tenía gran devoción y venían de muchas partes a sacrificarle y a tener como a manera de novenas, y le presentaban de las haciendas que tenían. Acuérdome, cuando en aquella ciudad entramos, que desde que vimos tan altas torres y blanquear nos pareció el propio Valladolid«. Bernal Díaz del Castillo.
Este texto deja muy claro el esplendor y lo majestuosa que era la Cholollan del posclásico, pues incluso el español comenta que el huey teocalli de dicha ciudad era mucho mayor que el de Tenochtitlán. Tal vez esta fue una de la razones por las que Cortés decidió llevar a cabo la matanza de Cholula en 1519, pues no podía dejar a espaldas de su ejército una ciudad autónoma con tanto poder en la región y una población tan grande. Para el conquistador español era necesario tomar el control del centro ceremonial para dejar segura su retaguardia. Con estas suposiciones bien podemos cuestionar el comentario de Bernal Díaz del Castillo que menciona que Motecuhzoma había mandado una fuerza militar de 20,000 guerreros mexicas (Cortés dice que eran 150,000 hombres) para emboscar a los españoles y sus aliados mientras estaban alojados en la ciudad de Quetzalcoatl. Probablemente nunca sepamos qué sucedió realmente y cuáles eran las verdaderas intenciones de cada bando, aunque podemos tener la certeza que nunca aparecieron las fuerzas mexicas mencionadas por Cortés. La señal acordada por los mismos españoles para iniciar la masacre que duró 5 horas y que dejó 6,000 cholultecas muertos, fue un tiro de escopeta.
Durante el posclásico Cholollan fue gobernada de forma sui generis en comparación con otros altepeme de Mesoamérica. Investigadores como Michel Lind y López Lujan concuerdan que existía una estructura compartida de poder. Por un lado existía el tlahtoani que se encargaba de las acciones militares y de la política local al interior del “estado” cholulteca; un consejo de nobles lo apoyaba en cuestiones de índole judicial y legislativa. El otro pilar del poder se concentraba en dos supremos sacerdotes llamados Áquiach y Tlachiach, quienes se encargaban de toda la política exterior, la recaudación de ofrendas, tributos y la administración del culto. Como dato cultural me gustaría mencionar que el Tlachiach de Cholollan fue sentenciado a muerte por el mismo Hernán Cortés por la vía de aperramiento. Este martirio consistía en ser asesinado por un perro de batalla español que podía ser un lebrel español o un mastín. Esto es lo que nos dice el «Manuscrito de aperramiento».
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