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El arquitecto del mar

Columnistainvitado
Por Paty Caratozzolo.

Frank Gehry nació en Toronto pero vivió prácticamente toda su vida en California, por eso él mismo se considera californiano y quizás por eso, por vivir frente al mar, adoptó la “figura perfecta” del pez para sus estructuras y la convirtió en una constante en sus diseños.

Barcelona_Gehry_fish

Sus peces de metal le hicieron ganar el Premio Pritzker de arquitectura en 1989 y dice la anécdota que todo empezó en 1983 cuando la empresa Formica le encargó un diseño que utilizara su nuevo material plástico en láminas. Él pisó accidentalmente una de las láminas que se rompió en añicos como si fueran pequeñas escamas y lo que sigue ya es historia. Sólo un genio pudo haber visto el efecto de la luz sobre las pequeñas laminitas e imaginar la figura perfecta de un pez formado de esas simples e imperfectas escamas.

Los edificios de Gehry son hoy en día verdaderas obras de arte y todos están forrados por sus famosas escamas de metal ora brilloso ora mate, plateado, cobrizo, dorado, con formas geométricas como el Centro de Negocios Kalamazoo en Michigan, o con forma de pez como la grandiosa escultura del restaurante Fish Dance en la ciudad de Kobe.

En España hay dos obras que resaltan ese sentido teatral y escénico de la obra de Gehry: el Museo Guggenheim de Bilbao, con sus superficies alabeadas revestidas de titanio; y la estructura de más de 50 metros de alto con forma de pez de la Villa Olímpica de Barcelona.

El gran compositor inglés Edward Elgar también amaba el mar y ciertamente podemos decir que era hombre de teatro y escena como Gehry. En 1899 escribió un ciclo de canciones llamado «Sea pictures» basado en cinco poemas marinos de escritores ingleses. Aunque las escribió originalmente para voz de soprano, al momento del estreno decidió dar un golpe de efecto trasponiéndolas para que las interpretara la famosísima contralto Clara Butt. La noche del estreno Elgar conducía la orquesta y la imponente Butt, de 1.85 m de altura con su extraña voz grave, profunda y llena de colores oscuros, impresionó al auditorio al cantar vestida (¿o revestida?) de sirena.

La canción más famosa del ciclo de Elgar es «Where corals lie» basada en un poema de Richard Garnett. La letra del poema dice, más o menos, así:

«Las profundidades
tienen una música suave y honda.
Cuando los vientos desatan la energía del aire
me atraen una y otra vez para ver
el lugar donde los corales descansan.
Cierro los ojos y pienso “sí… sí ¡eso es!”
Ir hacia esos mundos que giran
entre olas y caracoles marinos,
a ese lugar donde los corales descansan.

Déjame, déjame, déjame ir…
y ver el lugar donde los corales descansan.»

¿Conocía Frank Gehry la historia de la interpretación de Clara Butt cuando empezó a forrar sus edificios de escamas? ¿Leyó el poema de Garnett para imaginar las ondas y las olas? ¿Escuchó la oscura y plomiza música de Elgar? No necesitamos preguntárselo, podemos imaginar que sí.

IMG_5743Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!

 

 

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