En 2012 se transmitió una serie de televisión que se llamó «Infames». Seguro algunos la han de recordar porque en el fondo fue una producción muy bien realizada que ponía en tela de juicio la legalidad y legitimidad de un sistema político que estaba plagado de corrupción, engaños, traiciones y sobre todo, una obsesión enfermiza por el dinero y el poder.
Aunque ya han pasado algunos años de eso, ahora la recuerdo porque han sucedido muchas cosas que con un poco de atención y por supuesto, algo de mala intención, se pueden acomodar perfecto a lo que la teleserie planteó desde una perspectiva de ficción.
Quien haya visto la serie, seguro recordará el intricado sistema de lavado de dinero que se manejaba desde el Ministerio de Finanzas. Los arreglos que tenían los funcionarios de esa dependencia con una de las familias más poderosas del narcotráfico (los Preciado, y cómo ellos eran en realidad los que manejan los hilos de la política mexicana.
Evidentemente ahora en México hay una familia del narcotráfico que parece ser más poderosa que todo el sistema político mismo. Abiertamente se han jactado de ser los que han financiado campañas electorales para hacer ganar gobernadores, legisladores e incluso, han afirmado en sus cuentas de redes sociales que financiaron parte de la campaña del actual presidente.
Ellos mismos acusan al actual gobierno de haberlos traicionado con la captura del principal líder de esta familia y del cártel más poderoso del país. Es decir, los hijos de Joaquín “el Chapo” Guzmán han afirmado que Enrique Peña Nieto y su administración los traicionó con la detención.
Para muchos esta detención tuvo muchos tintes poco creíbles; que en realidad todo se basó en un acuerdo entre el gobierno federal y “el Chapo” y peor aún, después con su fuga aumentaron las sospechas de que algo muy intricado está detrás de este personaje y el sistema de poder.
Es obvio que como en «Infames», los hechos que alcanzamos a conocer muestran que algún tipo de arreglo debe de haber entre el narcotráfico, altos mandos del gobierno y la política para que puedan coexistir de forma “orgánica”.
La pregunta que surge de todo esto es: ¿en realidad quién gobierna México? Los ciudadanos creemos –o nos han hecho creer– que tenemos un sistema democrático en donde los votos y la sociedad elegimos a nuestros gobernantes.
La ficción se da el lujo de exponer escenarios en donde en realidad, los que gobiernan son los poderes facticos –llámese narcotráfico, empresarios o sectas secretas– que están detrás de las fachadas de las instituciones y las autoridades.
En medio de todo, estamos nosotros, una sociedad que a veces tiene ganas de generar movimientos que impulsen cambios, de luchar por mejores condiciones, de mayor solidaridad y con la necesidad de ser más influyente en las decisiones y acciones de las políticas públicas.
Pero muchas veces se desgastan los movimientos, se desvanecen y el olvido de los hechos que generaron las manifestaciones, termina por ser el mejor antídoto ante la indignación social. Algo muy bien calculado por los gobernantes.
Lo preocupante de esto es que no sabemos quién o quiénes son los que no permiten los cambios. O en el caso de que se den, las intenciones y objetivos con que se realizan. La caída en desgracia de un político o de un narcotraficante, no merma ni cambia en nada la realidad existente, parecen ser más bien venganzas planeadas que un acto de justicia.
Tal vez por eso las cosas no cambian y en el mejor de los casos los cambios son muy lentos, apenas perceptibles. Esto es un punto que como sociedad hay que entender y analizar, para modificar los esquemas y los métodos de lucha para enfocar los esfuerzos de una manera más efectiva y acelerar esos mínimos cambios en nuestro favor.
Así, entre políticos corruptos y borrachos que se vuelven inmensamente ricos; gobernantes corrompidos que lo único que les interesa es el poder; y un sistema que funciona a la perfección para las elites sin el más mínimo peligro que haga tambalear sus palacios, transcurre la vida en México.
Como bien dicen, la realidad ha superado a la ficción…
Foto: Edgar a secas.
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