Por Asfaltos.
Si les menciono La Revolución de Emiliano Zapata, sí, seguramente lo primero que se les venga a la mente sea precisamente la revolución mexicana en la que participó Emiliano Zapata; y si son melómanos, o ya con algunos buenos ayeres, seguramente lo segundo que les vendrá a la cabeza es el rock de La Revolución de Emiliano Zapata.
El grupo tapatió que en 1971 grabara uno de los éxitos más sonados de aquel primer rock mexicano, llevaba precisamente el nombre de La Revolución de Emiliano Zapata. De Guadalajara, Jalisco, La Revolución de Emiliano Zapata brilló con luz propuia al sobresalir en una escena rockera que no contaba con la aprobación con la que cuenta en nuestros días.
Aquella alineación, conformada por Javier Martín del Campo, Francisco Martínez, Oscar Rojas, Antonio Cruz y Carlos Valle, logró con su éxito «Nasty sex» todo un hito, pues como repito, en aquellos años la aceptación no fue unánime; se enfrentaban a una sociedad que veía mal al rock y que le catalogaba únicamente como música de greñudos y mariguanos; y que si por suerte les aceptaba como género, caían en el clásico malinchismo que privilegiaba a las propuestas de fuera.
Tras haber logrado gran fama, y con dos LP bajo los brazos, el parteaguas de La Revolución de Emiliano Zapata se dio tras el Festival de Avándaro, tiempo perfecto en el que los críticos lograron una excusa para desterrar a las propuestas rockeras de todo tipo de nacionalidad. Para La Revolución significó un parteaguas, ya que si bien no marcó su fin, sí los hizo cambiar de género.
Del rock psicodélico de «Nasty sex», La Revolución de Emiliano Zapata pasó a las baladas. ¡¿Qué?! Sí, así como lo leen, baladas que no podemos decir que eran malas, pues no lo eran, pero que sí dieron un nuevo rumbo a una banda que quizá -quizá no- pudo habernos regalado más de su propuesta inicial. La juventud, aquella energía del «Nasty sex», quedaría en pausa para que años después le revaloráramos y compartiéramos como hoy lo hago.
¿Con qué les dejo? Con «Nasty sex», ¡obvio!
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