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‘Nuestra pequeña hermana’, la belleza de lo cotidiano

Por Eloisa Cornelio Bautista.

Lo bueno el arte es que muchas veces nos acerca a latitudes que pareciesen muy ajenas a nosotros, las historias y el cine en particular tienen la magia de hacerlo a través de sus imágenes y sus personajes, transportándonos por unas dos horas a las vidas de otros. La cámara, ese narrador omnisciente, nos revela las vidas y los días de los protagonistas, sus tristezas, alegrías, sus amores o desamores.

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«Nuestra pequeña hermana», dirigida por Hirokazu Kore-eda, es una de esas películas que uno debe mirar con atención y sobretodo paciencia. No porque sea un filme aburrido o difícil de entender, tal vez, por todo lo contrario: la fotografía de la película, a cargo de Mikiya Takimoto están cargados de un minimalista y una elegancia que ciertamente encierran poesía en las tomas, los personajes son divertidos y fáciles de querer y el protagonista de la historia bien podría ser el pasar del tiempo o lo cotidiano, la vida, la muerte.

Sachi, Yoshino y Chika son tres hermanas que viven en Kamakura, Japón, en la casa de su abuela. Un día, recibirán la noticia de la muerte de su padre, quien las abandonó cuando eran pequeñas. En el funeral conocen a Suzu, a la hija que su padre tuvo 13 años atrás y pronto las cuatro hermanas empezarán a vivir juntas. La película es un retrato familiar muy íntimo de estas cuatro mujeres jóvenes y sus andanzas por la vida: el trabajo, los amores, la ingenuidad y el madurar. Cada una con sus peculiaridades y rasgos que las conecta con el espectador y las hacen entrañables: el amor más maternal que filial por parte de Sachi a sus hermanas y la rapidez con la que tuvo que madurar, una infancia interrumpida y los resentimientos silenciosos hacia sus padres. Los amores de Yoshino y sus problemas con el alcohol y los hombres, el sentido del humor fácil de Chika y la vida de Suzu, llena de culpa al ser la hija de un hombre que abandonó a su familia por otra mujer y el reencuentro del amor en sus medias hermanas.

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No veremos un drama que desborde lágrimas ni cargas familiares más allá de las que podrían estar presentes en cualquier familia. No hay luchas por herencias ni resentimientos mayores, lo que impera es la cotidianidad. ¿Por qué, pues, habríamos de resaltar esta película tan aparentemente simple? Posiblemente porque presenta la banalidad de la vida cotidiana como algo más grande que cualquier incidente que pudiese interrumpir ese orden, y lo banal de esos eventos dentro de la vida cotidiana.

La gente muere, viene y va. Al final lo que nos mantiene sanos en este mundo indiferente, como la cámara que narra, son las personas que están más cerca a nosotros. Tras atender uno de los muchos funerales que ocurren a lo largo de la película, observamos a las tres chicas caminando por la playa. Sin lágrimas ni lamentos, más bien en uno de esos momento pequeños y felices, es que, al menos el espectador, se da cuenta de la paradoja que siempre nos acompaña: qué grande y qué magnífica es la vida, qué pequeña y qué simple.

«Me pregunto qué recordaré al final», dice Sachi. La respuesta depende de cada uno de nosotros. Tal vez será el platillo que preparaba nuestra abuela o el olor de la ropa de nuestra madre. Es seguro que más que los eventos fastuosos o importantes, recordaremos las cosas pequeñas, lo que hizo de lo cotidiano algo nuestro.

«Nuestra pequeña hermana» estrena mañana viernes 11 de marzo en cines mexicanos. Distribuye :ND Mantarraya.

 

 

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