Por Asfaltos.
Las primeras palabras en la canción que les comparto hoy, me marcaron la primera vez que la escuché; y desde entonces siguen retumbando con la misma fuerza con la que lo hicieron aquella ocasión. Años después, cuando me lancé a ver al Cristo de Iztapalapa, regresaron con fuerza mientras veía al actor que cansado llegaba al punto culminante de aquella representación.
En efecto, aquel Cristo no era igual al que se nos presentaba en la televisión, ni en las iglesias. Su larga y rubia melena, sus ojos azules o verdes pero brillantes y no opacos, se ausentaron de aquella representación quizá más cercana a la original. El Cristo europeo distaba mucho del Cristo de Iztapalapa; del Cristo del pueblo, del Cristo del barrio.
Incluida en el «En el corazón no hay nada» (1994) de El Haragán y Compañía, «JC del barrio» rinde tributo a los varios «Cristos de Iztalapa» que han participado en la tradicional conmemoración de los días finales del «hijo de Dios».
«Tenía el cabello largo que creció y creció; quería seguir los pasos de Jesús y fue a dar a Iztapalapa, lo crucificaron en una cruz; era un negro zumbón y no la superestrella que anuncian en la televisión». «JC del barrio», además, es una canción que se adecúa perfectamente para todos aquellos mexicanos que demabulan en la capital mexicana, desde muy tempranas horas con una cruz sobre la espalda, para regresar todas las noches a su casa en su barrio, para morir y volver, morir y volver, y así…
-¿Qué pasa?- preguntaba aquél. -Mmm… yo pensé que Jesús era como lo pasaban en la tele-, contestó… y después sonrió.
Foto: Eneas De Troya.
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