Por Sandyluz.
Despiertan polémica las diferencias del mundo oriental y occidental. Grupos terroristas difunden una imagen del mundo oriental cargada de violencia, cerrazón y machismo. Se torna interesante cuando los mismos actores sociales, de viva voz, aportan su versión: cómo es vivir en Irán, dentro del estricto régimen persa. Así sucede en el filme «Taxi Teherán», que engancha de inicio, por ser una película hecha y narrada lejos del sazón hollywoodense.
Este falso documental (docufiction) del 2015 tiene producción, dirección, fotografía, guión, montaje y protagonista a cargo de la misma persona: Jafar Panahi; y esto no debe verse como un acaparamiento vanidoso por parte del realizador, sino como un esfuerzo audaz y perseverante de hacer cine en una nación, donde las restricciones políticas convierten al cine en una amenaza, donde el cineasta debe filmar furtivamente.
«Taxi Teherán» hazañosamente logró estrenarse en el 65º Festival Internacional de Cine de Berlín, donde obtuvo los premios Oso de Oro y FIPRESCI; hay quienes opinan que se trató de un premio “políticamente correcto”, empero, el filme sí propone, sí está sólidamente construido y no se diluye en el ardid bullicioso de su modo de distribución. Cabe aclarar que desde 2010, Jafar Panahi tiene prohibido hacer cine y viajar; así, su sobrina, Hanna Saeidi, personaje secundario del filme, fue quien acudió a recibir los premios.
La historia consiste en el día laboral del afamado cineasta Panahi, quien se ve forzado a conducir un taxi, dadas las restricciones impuestas a su oficio. En la cotidianidad que presupone el mantener en circulación el taxi, pone analógicamente en manifiesto su afán de continuar en marcha y en el quehacer cinematográfico. Suben a su taxi diferentes personajes que connotan algo muy concreto, en torno al tema central del filme: la restricciones de libertad de expresión que viven los ciudadanos iraníes, quienes quisieran incursionar en el mundo global contemporáneo. Todos brindan su espontánea versión del tema: el distribuidor de películas piratas, el colega cineasta, la activista en apoyo de los derechos humanos, la joven sobrina -quien debe realizar de tarea un cortometraje con escrupulosas limitantes-. Todos ellos reconocen y comulgan con el cineasta-chofer: Es una lástima dedicarse a subempleos, soslayando los talentos profesionales a causa de su gobierno.
Limpiamente trabajada, la cinta ofrece una perspectiva humana de testimonios de personajes de carne y hueso (realmente nos hacen dudar si son o no actores). El manejo de la cámara subjetiva tiñe de realismo a este filme; las cámaras, que coloca Panahi dentro del taxi, dan un enfoque dinámico y fluido a la narración de la historia. El efecto restrictivo se deja sentir, pues todo sucede en los límites del taxi; ahí las emociones afloran, las conversaciones circulan. Irónicamente, la atmósfera intimista y de prohibición generada dentro del taxi, pasa inadvertida dentro del tránsito habitual de peatones y vehículos, dentro del día soleado y esperanzador, simbolizando el impedimento de ser, hablar y actuar, aun con las condiciones propicias. Con tono mesurado y sin los excesos del drama, Panahi transmite los anhelos que afloran dentro de la reconfortante protección del taxi, donde toda clase de rumores circulan a la vuelta de la esquina.
«Taxi Teherán» muestra una historia que se sostiene con un guión bien construido y con personajes verosímiles, aun con las limitantes de producción, aun sin el apoyo de una casa productora y distribuidora. Las historias impactantes nacen del vivir y sentir de humanos comunes, como un cineasta, como un taxista.
La cinta, para deleite del público mexicano, se estrena mañana viernes 12 de agosto con distribución de Cine Caníbal.
Imágenes cortesía de Cine Caníbal.
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