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Celebrando 50 años de Star Trek con su versión más natural y sencilla

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Por Asfaltos
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El pasado 8 de septiembre se cumplieron 50 años de que se transmitiera el primer episodio de la serie televisiva «Star Trek», mejor conocida en nuestro país como «Viaje a las estrellas»; y por consiguiente 50 años del inicio de un fenómeno que persiste hasta nuestros días con un nuevo aire que le ha otorgado a la franquicia una nueva serie de películas, así como futuros proyectos para la televisión. Sí, hubo aniversario de Star Trek, y si bien no soy tan entusiasta de la serie como sí lo soy de su «rival» Star Wars, es obvio que no puedo dejar pasar una fecha tan importante para quienes gustamos de la cultura pop.

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Mi primer recuerdo relacionado a Star Trek es probablemente gracias a mis padres, sobre todo mi papá, quien sí en su juventud era un gran seguidor de la serie. Es probable que durante mi infancia haya observado uno o dos capítulos de la serie original de televisión, de la que seguramente ya saben, solo hubo 3 temporadas; por lo que mas bien mi primer contacto con Star Trek vendría con algo que empezó 10 años después de la conclusión de aquella serie en 1969, un acontecimiento que reviviría a Star Trek para no dejarla ir nunca más: el estreno de «Star Trek: The Motion Picture» logró que la idea original del fallecido Eugene Wesley Roddenberry permaneciera hasta nuestros días con gran éxito, y a su vez que yo como muchos le conociéramos.

Entre mis recuerdos vagos de mi infancia, permanecen dos momentos de las 6 películas existentes con el elenco original. El primero es el impacto que me causó el conocer hacia el final de «Star Trek: The Motion Picture» que la causante de una enorme nube de energía que amenaza a la Tierra, no era otra cosa que un corazón llamado V’Ger, que en uno de esos vuelcos que emocionan de la ciencia ficción, se revela como la sonda no tripulada Voyager 6 enviada en el siglo XX precisamente por el hombre desde la Tierra. El segundo momento, y el que me permito ahondar en esta columna, es en sí toda la situación presente en mi película favorita de la serie, «Star Trek IV: The Voyage Home» (1986).

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Si tuviera que presentarle a alguien ajeno a la ciencia ficción Star Trek, no dudaría ni un segundo en hacerlo precisamente con «Star Trek IV: The Voyage Home». Y es que si bien aquella famosa frase de la saga de que la tripulación del Entreprise viaja «audazmente a donde nadie ha llegado antes» no se cumple -por así decirlo- del todo, sí hay en esta sencilla película uno de los más importantes elementos, por lo menos para mí, de la serie original de Star Trek: la interacción humana y sus consecuentes reflexiones orientadas hacia las causas. Llevada a cabo en la ciudad de San Francisco, California, de aquel -ya lejano, caray, 1986-, «Star Trek IV: The Voyage Home» muestra una historia que parece inverosímil y por momentos ridícula, pero que resulta sin duda en una de las tramas más elegantes y satisfactorias de las películas de la serie.

Ahora bien, antes de entrarle de lleno a la película, no quiero dejar de mencionar que sí creo que «Star Trek IV: The Voyage Home» no es la mejor de todas las películas que se han realizado de Star Trek; pero reitero e insisto, que si bien no es para nada una de las cintas más profundas y significativas de la serie, sí es una historia que funciona perfectamente y además entretiene. Digo, no por nada esta película fue la más exitosa de aquella primera rodada de películas de Star Trek, además de ser considerada como uno de los más grandes éxitos comerciales de la época. En «Star Trek IV: The Voyage Home» no nos encontraremos el peso filosófico y emocional, por ejemplo, de «Star Trek: The Wrath of Khan», pero sí podremos conectar con una pieza que explota como ninguna otra los carácteres y carismas de cada uno de los personajes de la serie original. La historia de la cuarta cinta de Star Trek con el elenco de la serie original, fluye de manera tan natural que enamora.

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La película nos muestra elementos fundamentales en la historia de Star Trek, como lo son los klingon y la Federación de Planetas Unidos, sin que éstos resulten demasiado pesados para quienes apenas le están entrando a una historia que también se dan cuenta que tiene una historia amplia detrás de sí, y un brillante futuro hacia adelante. Además funciona como una pieza por sí misma, pues puede ser disfrutada por cualquiera que se le acerque. Súmenle que sorprendentemente para una cinta de sus características no hay villanos (bueno, sí, y de hecho más aterradores…), ni tampoco violencia. ¿Qué sucede entonces? Hay una gran amenaza a la Tierra del siglo XXIII provocado por sus antepasados. El futuro de la Tierra está por terminar por algo que ha sucedido siglos atrás. La historia es un constante aviso sobre el peso y daño que nuestras acciones podrían causar a futuras generaciones.

Aquí uno de los grandes elementos y conceptos que me enamoraron de «Star Trek IV: The Voyage Home» en un simple y sencillo diálogo:

¡Qué gran idea! ¿Por qué en nuestra completa arrogancia seguimos sintiéndonos dueños de un planeta habitado por millones y millones de especies más? ¡He aquí una de las grandes ideas de la película, y de la ciencia ficción en sí! Por eso «Star Trek IV: The Voyage Home» me resultó siempre tan entrañable, tan preciosa. La gran amenaza de la película es un misterioso objeto del que lo único que sabemos es de su inmenso poder, y de su inquietud que es capaz de destruir a la Tierra por no lograr comunicarse con… ¡ballenas, ballenas jorobadas! En tiempos donde las películas a fuerzas tienen que luchar contra poderes tangibles y con objetos con límites conocidos, la idea de lidiar con una fuerza como la que esta película propone resulta un tanto impensable en la industria cinematográfica de gran presupuesto de nuestros días.

¿Y la respuesta a la amenaza? Traer ballenas jorobadas de la Tierra del pasado para que se comuniquen con aquella fuerza incomprensible que de otro modo acabaría con la vida en la Tierra. En la versión con comentario de la película, el director, quien por cierto era el fallecido Leonard Nimoy (Spock, el mismísimo Spock), compartía la dificultad de definir el objeto que habrían de buscar los -en ese momento- extripulantes del Enterprise, que en un principio llevó a plantear la idea de que se tratara de una especie de planta extinta que curara una enfermedad que habría sido también la amenaza elegida; sin embargo, la idea no parecía tan dramática para una cinta, por lo que el concepto de las ballenas, con su tamaño y además interesantes y misteriosos cantos, probaron al final que serían unra gran decisión.

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Sin complicarse tanto la vida, «Star Trek IV: The Voyage Home» consigue plantear un problema sencillo: ¿Por qué matar a una de las criaturas más inteligentes y maravillosas que existen en la Tierra? Claro, lo hacemos porque se puede, ¿pero es bueno?

Quizá dos de los elementos que no son tanto de mi gusto en la cinta es el personaje Gillian Taylor, interpretado por Catherine Hicks, quien es una experta en ballenas jorobadas que resulta por momentos «un tanto forzada», aunque se entiende su inclusión como enlace entre el siglo XX y nuestros personajes; así como el soundtrack a cargo de Leonard Rosenman, que la verdad palidece frente a sus tres antecesores compuestos por Jerry Goldsmith y James Horner.

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Eso sí, el humor tan simple y natural que destaca también en la cinta no es provocado por líneas hilarantes en el guión, sino por un sencillo fluir que hace que las interacciones entre los personajes provoquen muchas sonrisas por lo inverisímiles de éstas. Desde el «torpe» aprendizaje de Spock sobre el uso de vulgaridades en el lenguaje común (como el Terminator de James Cameron en 1991), pasando por la cómica interacción entre Scottie y una computadora del siglo XX que no responde a sus llamados, hasta el cuestionamiento al aire libre y sin censura de un Chekov que pide saber la ubicación de un objeto nuclear en plenas calles San Francisco con la Guerra Fría aún en curso.

«Star Trek IV: The Voyage Home» funciona como una película que puede disfrutarse de gran modo como pieza independiente o como parte del gran mundo de Star Trek gracias a sus conexiones dentro de un universo vasto al que yo creo que nos invita a descubrir de gran modo. Es decir, el gran mérito de la cinta es llevarse a los personajes de ciencia ficción de Star Trek muy lejos del contexto natural de su universo, para presentárnoslos precisamente como son en su forma mas pura, humana, natural, contenid y creíble posible.

En fin, esta es mi pieza favorita de entre todo lo existente en Star Trek; pero a mí, lo que me gustaría en realidad, es conocer la suya. ¡Felices 50 años Star Trek! ¡Que sean muchos más!

IMG_5743Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.

 

 

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