‘Amor de teléfono esquinero’, de Rodrigo González

Por Asfaltos.

Rodrigo González, o como muchos le recordaremos siempre, Rockdrigo González, fue una de las miles de víctimas del terremoto en Ciudad de México en 1985. El también conocido como «el profeta del nopal» por su álbum póstumo del mismo nombre, fue sin duda uno de los cronistas más importantes de los años 80 mexicanos. Sus narraciones musicales de la capital mexicana, daban cuenta de la clase popular de una ciudad que era muy diferente a la que vivimos actualmente.

Tan diferente era la Ciudad de México de Rockdrigo González, que inclusive algunas de las frases o palabras que entonces se usaban han quedado un poco en el recuerdo. Si bien para quienes nacimos todavía en esa década la frase «te vas a quedar como el perro de las dos tortas» todavía tiene algo de sentido, en realidad para las más nóveles generaciones ya suena un poco anticuada.

¿Y qué significaba aquella frase? Bien, pues se dice que proviene de una fábula dell griego Esopo, titulada precisamente «El perro y el reflejo en el río». La fábula contaba la historia de un perro que cargando una rica porción de carne en su hocico, se percató gracias a su reflejo en un río de otro canino con igualita ración de comida, misma que se le antojó también y pretendió arrebatar… al final, y como era de esperarse, el perro se quedó sin una ni otra, vamos, «se quedó como el perro de las dos tortas».

En fin, el recuerdo de la frase y la fábula vino a mi memoria porque precisamente toma relevancia en una rola de Rockdrigo donde sufrimos con su infortunio, porque por andar buscando a dos morras, el músico se queda sin una ni otra para quedarse como el perro de la fábula de Esopo. Lamentándose, Rockrido González se repite a sí mismo: «¿Cómo te soportas cuando te has quedado como el perro de las dos tortas?». Chale, hasta me acordé de dos morras que dejé ir precisamente por eso, por andar de lelo con una tercera…

«Amor de teléfono esquinero» es la rola donde viene aquel lamento de un Rockdrigo que aún se pasea por una capital que si bien es distinta a la que él vivió, aún le respira y vive por sus calles; porque muchas de las historias que compartió como cronista, se repiten en los rincones más insospechados de esta monstruosa Ciudad de México.

Foto: James Stave.