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Sobre la culpa de los tlaxcaltecas

Columnistainvitado
Por Sandyluz
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Todavía con el mes patrio reciente, no quisiera dejar pasar la oportunidad de platicar sobre Elena Garro, autora orgullosamente mexicana, egresada de la UNAM y digna representante del realismo mágico. Aunque es inevitable recordarla por su largo matrimonio con Octavio Paz, también es justo mencionar que se cuece aparte; ella supo destacar en los terruños literarios con un estilo auténtico. Su libro de cuentos, «La semana de colores», recopila trece de sus singulares cuentos, para beneplácito de aquéllos conocedores de su estilo; para aquéllos, quienes no se han aventurado a leer sus páginas. El cuento inaugural, «La culpa es de los tlaxcaltecas» es una pieza sólida, sustancial y con un sello, tan personal como mexicano, que antoja la literatura de esta autora.

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Página uno del cuento. El conflicto inicial desencadena la trama y suelta algunas piezas del rompecabezas con uso de tiempo fragmentado: la señora de la casa –Laura Aldama– finalmente regresa a casa. Nadie sabe en dónde estuvo; su aspecto desalineado (un vestido blanco manchado de sangre) pone en duda su cordura. Nacha, la sirvienta, le advierte que su señor esposo se encuentra muy molesto con ella. La errática mujer, sin mostrar preocupación, como el espectro que regresa a la casa que se sabe de memoria, aunque no le pertenezca, comienza a relatar, de manera fantasiosa e inconexa, la situación por la que atravesó y el porqué de su creciente confusión; todo ello, a través de la frase que hilvana todas las piezas, y que, al avanzar la trama, va revelando su verdadero significado: «La culpa es de los tlaxcaltecas»…

Claro, en un principio, lector y personajes secundarios pensarán que la esposa está confundida y que por eso divaga; por eso dice de repente que «la culpa es de los tlaxcaltecas». Poco a poco, gracias a la complicidad del personaje indígena, que es sirvienta, confidente, pasado, identidad cultural añeja y escucha atenta, la patrona se confía y deja entrever la otra realidad que se interpone a la real, a la plausible, a la del tiempo presente: la fantástica, la de los misterios y recuerdos, la de las vidas pasadas…

El cuento fluye, gracias al empleo magistral del diálogo. El intercambio comunicativo dialogado abre paso al flujo de la conciencia de los personajes, quienes platican, discuten, coinciden y discrepan, en ese estilo tan coloquial y mexicano, donde converge lo anecdótico, lo rutinario, lo onírico e imaginado. Finalmente, México, país surrealista donde intersectan: las quimeras del pasado y el violento progreso de una civilización contemporánea, que todavía no termina de despertar de su letargo… Elena Garro explora en este cuento, la posibilidad de ser, a través de todas las historias del pasado que nos conforman y nos dan identidad, consciente o inconscientemente. Ser mexicano implica la búsqueda de la comprensión metafísica, de la autentificación, de las raíces, del apellido, del ser y reconocerse.

El pasado nos acosa con sus fantasmas, para recordarnos quiénes somos, a quién debemos nuestra lealtad y a quién amamos, vivos o muertos, por los siglos de los siglos: “(…) cuando un hombre y una mujer se aman y no tienen hijos, están condenados a convertirse en uno solo” (Garro, 2006: p. 16). La profundidad temática, en «La culpa es de los tlaxcaltecas», no sólo nos recuerda la complejidad de ser mexicano, sino también, que el realismo mágico va más allá de apariciones, desapariciones, nostalgias y desencuentros. Una visión sensible, profunda y bien estructurada, en un insuperable cuento.

FUENTE CONSULTADA: Garro, Elena. «La semana de colores». México: Porrúa, 2006.

IMG_5743Sandyluz. «Detrás de la pluma…» Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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