Por Asfaltos.
Secuencias largas que nos muestran un desierto en todo su esplendor, así inicia «Los últimos días en el desierto» del español Rodrigo García, misma que hizo reaccionar a un amigo que me acompañaba a la función de prensa con la siguiente pregunta: ¿Reygadas? Minutos antes de aquella función, yo mismo le había confesado a él mis ganas por ver la película. No sé, quizá tenía que ver con el hecho de que Ewan McGregor me cae bien, y bueno, verlo interpretar a un hombre de fe, varado en un desierto, con barba y túnica me hacía evocarlo como…
Ewan McGregor es Yeshua, personaje que ha sido interpretado una y otra vez en distintos pasajes de su vida; sí, ese Yeshua que todos conocemos como Jesús, aquel «hijo de Dios» que aquí es retratado en su famoso ayuno de 40 días que vivió antes de lanzarse a la misión de su vida; al destino que le había sido marcado. Sí, es otra película con Jesús como personaje, con un Jesús de ojo claro y cabellera rubia, que sin embargo, y para ser justos, algo tiene en esta versión que lo vuelve entrañable.
Buscando agua, que es lo único que puede ingerir en su retiro espiritual, Yeshua se encuentra con un joven que acampa a la mitad del desierto. Amable, el muchacho le comparte agua y hasta le ofrece de comer; Yeshua, negándose a probar bocadi por su ayuno, se retira pensando que jamás volvería a encontrarse con ese joven, pero regresa, vuelve a ese punto ahora por el padre del chico, donde además conoce a la enferma madre del mismo. Ahí, en medio de la nada, donde la voz de Dios suena con más fuerza, se le aparece el Diablo, quien va tentando a Yeshua para que falle en su misión.
La película fluye a un ritmo de calma infinita, como sucede para quienes viven en el desierto, aislados, rodeados de un entorno que cambia poco o nada. Sin mas que el trabajo de sus actores, una cámara firme y una historia sencilla, «Los últimos días en el desierto» logra cautivar por la simpleza de su factura y por la buena interpretación de un Ewan McGregor que además de interpretar a Yeshua, interpreta a la figura del Diablo que le ve de manera burlona, y hasta incomprensible. Los diálogos entre Ewan e Ewan resultan de lo mejor de la cinta, sobre todo por esa frescura del intercambio que inclusive logra sacar algunas sonrisas por lo bien logrado de las escenas.
La calma se respira, quizá demasiado para quienes esperarían una cinta con un Ewan McGregor más ágil, pero que sin embargo si uno asiste con la idea de dejarse llevar por la sencillez de la película, se acostumbra y se envuelve en lo que es sin duda una gran representación del seco desierto. La historia, de una familia que envuelve varios significados y metáforas de los mismos cuestionamientos contra los que Yeshua batalla, fue una buena elección para mostrar mucho de la esencia de un personaje del que si no fuera por su nombre tan identificable, se podría decir que es simplemente como le llama aquel padre del chico que le ofrece agua: «otro de esos hombres santos».
A mí me pareció una gran cinta, una a la que quizá le hubiera quitado los últimos minutos para dejarla como eso, una linda y bien lograda metáfora de un personaje con el que es fácil identificarnos por las cosas que vivió, y que en muchos momentos nosotros mismos hemos padecido.
Mención aparte a la fotografía del mexicano Emmanuel Lubezki, quien vuelve a probar su capacidad en una cinta con un presupuesto más bajo al de sus más conocidos y recientes trabajos, y quien logra que las imágenes de «Los últimos días en el desierto» sean parte fundamental del discurso de un director que nos cuenta una historia donde nuestro propio conocimiento del personaje va llenando algunos huecos que la vuelven más rica.
«Los últimos días en el desierto» se estrena mañana viernes 14 de octubre en cines de nuestro país, y sí, es una de las mejores opciones para disfrutar de la belleza que el séptimo arte es capaz de ofrecernos.
Con imágenes cortesía de Corazón Films.
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