¿Alguien se podía imaginar que después de tantas acusaciones, escándalos y una postura como de intocable, Javier Duarte iba a renunciar a su cargo 48 días antes de terminar su sexenio? Yo no y dudo que existiera alguien que pudiera pronosticar esto.
Y de manera casi milagrosa, Javier Duarte, acusado todo su sexenio de corrupción, tráfico de influencias, de enriquecimiento ilícito y de ser el uno de los principales causantes de la crisis humanitaria que vive Veracruz, presentó su licencia para dejar el cargo de gobernador.
Evidentemente este no es un caso de justicia. Duarte no pidió licencia nada más porque es un hombre “honorable” que va enfrentar los cargos en su contra –si es que esto llega a suceder– para demostrar que todo lo que se ha dicho en contra de él son “calumnias”, como tantas veces lo mencionó.
Para como se mueven las cosas políticas en México, al escuchar la noticia me pregunté: ¿Qué habrá detrás de esta licencia? ¿Quién le ordenaría a Duarte hacerlo y por qué? ¿Hacia dónde va esto?
Javier Duarte fue uno de los consentidos de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray al inicio del sexenio. Incluso el presidente lo colocó varias veces como el mejor exponente del “nuevo PRI”; de esa “nueva generación” que cambiaría la historia de México.
Por eso Duarte hizo lo que quiso en Veracruz. Vació las arcas públicas, llenó al gobierno de gente vinculada al crimen organizado, diseñó toda una ingeniería financiera para desaparecer millones de pesos y desde Los Pinos todo le solaparon.
Pero Veracruz se convirtió este año en la tumba política del PRI, de Enrique Peña Nieto y de Luis Videgaray. Fue motivo de desencuentros entre el ex secretario de Hacienda y Miguel Ángel Osorio Chong por postular al candidato de su partido al gobierno de Veracruz, decisión que terminó en una derrota histórica para el tricolor, pero sobre todo para Los Pinos.
“Duarte podría ser un cordero de sacrificio jugoso para un gobierno que insiste en su lucha por eliminar la corrupción, y sobre todo para un presidente cuya popularidad está en disputa”, señaló The Financial Times.
Pero en realidad, la caída de Duarte parece ser un juego político para evitar que el gobernador electo, Miguel Ángel Yunes, tome posesión el próximo 1 de diciembre e impedir que se destape el lodazal que embarra a Peña Nieto, su campaña presidencial, los millones que ilegalmente se invirtieron en la campaña priísta desde Veracruz (tarjetas Monex, por ejemplo) y en otras campañas electorales durante este sexenio.
Según algunos rumores, Duarte negoció con Osorio Chong y Arely Gómez su renuncia, a cambio de que Yunes tampoco llegue a tomar el cargo de gobernador.
¿La excusa? Que el gobierno federal va a iniciar una campaña para perseguir a Miguel Ángel Yunes y va hacer efectivas las denuncias de corrupción en su contra. Es decir, caerá Duarte pero con él, irá su peor enemigo, aquel que lo amenazó de “hacer caer todo el peso de la ley en su contra”.
Esto suena muy lógico. Y cuando decían que a Duarte lo habían dejado solo sus protectores de Los Pinos, resulta todo lo contrario. Una negociación inteligente para proteger a Peña Nieto de un escándalo que seguro sería la derrota inminente del PRI en 2018 en las elecciones presidenciales.
Pero independientemente de que procesen a Duarte en este contexto de cochinero político, la realidad es que deja un estado en la quiebra financiera y con una crisis humanitaria de dimensiones catastróficas.
“Es una tragedia humanitaria de proporciones pavorosas. Debajo de Duarte hay una estructura, una red de operadores en la que está Amadeo Flores, Bermúdez Zurita, a quienes no les han hecho nada. Después de ellos hay una cantidad más, todos deberían de pagar”, dijo Lucía de los Ángeles García Henao, coordinadora del Colectivo Solecito.
Por su parte, Juan Carlos Trujillo Herrera, presidente de Familiares en Búsqueda María Herrera, señaló: “más allá de hablar del fiscal, de Bermúdez Zurita, todo el gabinete de Javier Duarte estaba infestado de Zetas”.
Y mientras sucede este escándalo político, en agosto Veracruz fue el estado con más homicidios del país al contabilizar 229 víctimas, de acuerdo a datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). Mas lo que falta por descubrir… fosas y más fosas clandestinas y miles de desaparecidos.
¡Una verdadera tristeza par México!
Foto: Javier Duarte.
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