‘El baile del sapito’, de Belinda

Por Asfaltos.

No podía ser de otra forma. Si ya nos abochornamos, nos ridiculizamos hasta el hartazgo y nos humillamos con este segundo POPctubre nostálgico que organizamos, que el cierre fuera excelso era la misión… ¡No se diga mas! ¿Y qué mejor rola para cerrar este mes de bochornosas rolas nice? Sí, están leyendo ustedes bien, se trata de «El baile del sapito» de la fresísima Belinda.

Viajamos a 2002, cuando una telenovela infantil comenzaba su corrida bajo el sello de Televisa Niñas. La historia era sencilla: dos hermanas gemelas que fueron separadas al nacer, de pronto se reencuentran. Maravilla, de verdad maravilla. Sin originalidad, pero con mucha sazón «a la mexicana», nos encontramos precisamente a Martín Ricca (a quien recordamos la semana pasada), así como al mismísimo Eugenio Derbez como Mantequilla (el perro del logotipo de la telenovela), en un programa que para ser sinceros atrapó a toda una generación de chamacos.

No, la verdad nunca fui de telenovelas infantiles, lo mío eran las caricaturas y quizá para 2002 alguno que otro interés (if you know what i mean); sin embargo no puedo negar que la canción y la telenovela fueron sumamente influyentes, y sí, se veía y escuchaba a donde se dejara; quizá, es cierto, a unas generaciones menores a las mías.

En esta telenovela se consolidó en la fama la figura de Belinda, quien aparecía por duplicado en una telenovela que continuó el éxito de sus dos telenovelas infantiles anteriores, «Amigos x siempre» (igual junto a Martín Ricca) y «Aventuras en el tiempo».

«El baile del sapito» recuerda un poco las también ridiculas canciones con bailes de animales tan populares en los 90, como por ejemplo «La vaca» de Mala Fe y «El gato volador» de El Chombo. La canción, a pesar de la «molestia» de su intérprete, sigue siendo una de las mas populares y pedidas en los conciertos de Belinda. Ni modo.

Y así, sin más, se acaba nuestro segundo POPctubre, esperando que mas que gustarles, les haya hecho recordar algunos bochornosos momentos, y sobre todo sonreír… Bola de ridículos, pensarán. Y sí.