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Ricardo Anaya y el destino del PAN

Por Daniel Higa Alquicira.

Una nueva polémica se ha desatado con los viajes a Atlanta con una frecuencia descomunal de Ricardo Anaya, presidente nacional del Partido Acción Nacional (PAN). Todo esto ha originado una serie de discusiones con respecto a sus ingresos, su declaración «3de3» y hasta de los posible culpables de filtrar esta información.

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Según Ricardo Alemán, Anaya ha viajado en vuelos de primera clase de la aerolínea Delta Airlines con destino a Atlanta con valor de 62 mil pesos. Además de otras acusaciones que hace con respecto a los negocios sucios que hizo –o sigue haciendo– el panista en Querétaro y otros estados.

Pero Anaya, en un acto de “cordura y valentía” que tienen todos los ofendidos para defenderse de tan semejantes “calumnias”, acudió –como todo hombre honorable lo debe hacer– a una entrevista con Carlos Loret de Mola para desmentir los dichos de Alemán.

En esa entrevista, Anaya trato de demostrar que nunca ha viajado en un vuelo de primera clase argumentando que su asiento no corresponde con los de esa categoría.

“Jamás, jamás he comprado un boleto en estos vuelos a Atlanta, que sea de business o de primera clase”, dijo Anaya.

Además agregó que el 5 de octubre –día en que según Alemán confirma que el panista viajó en primera clase–, su asiento fue el 24-E, “el asiento 24-E no puede ser de primera clase, son los asientos que están hasta atrás, cerca del baño”, señaló el político.

Pero lo cierto es que en las entrañas panistas, esto ha motivado a una serie de especulaciones con respecto a quién es el autor intelectual de estos “ataques”. Culpan al PRI, se culpan entre ellos, apuntan hacia Ernesto Cordero y por ende a Felipe Calderón.

Pero dos cosas son las interesantes en este caso. La primera: que la probidad y honestidad de los políticos es una ilusión que solo ellos se creen. Ya sea por omisión, por mala fe, con alevosía o incluso por inocencia, todos –y subrayo todos– los políticos parece que actúan solo para su beneficio.

La segunda: que sin lugar a dudas este es el inicio de la guerra sucia panista para la presidencia de 2018. Primero se van a destruir entre ellos, luego intentarán dar la cara de unidad; después intentarán destrozar a los candidatos de otros partidos y finalmente pondrán de rodillas a su tan querido partido político, del que dicen respetan y son institucionales.

Tres o cuatro nombres en la disputa de un solo puesto; varios pesos pesados jugando en la oscuridad para apoyar al que mayores beneficios le ofrezca; un expresidente experto en el tema de la “guerra” apoyando a su esposa y todo su grupo de juniors corruptos; y un presidente nacional solo frente a todos estos lobos tratando de ser al mismo tiempo, el candidato presidencial.

Esta es realidad blanquiazul. Una muy parecida a aquella que tanto criticaban y que les decían “las tribus” del «sol azteca» (PRD). ¿Pero cuál es la diferencia? Ninguna para mí, pero importantísima para los panitas: ellos si saben guardar las formas; son “gente bien” que no hace “nacadas”.

Y todo por la silla maldita que enferma de poder, como ha sido denominada la silla presidencial. Y lo triste de esto es que los discursos, las actuaciones y las palabras de los políticos se orientan a tratar de convencer a la sociedad de que son honestos y sobre todo, que están comprometidos por hacer de éste, un país mejor.

Como dijo Enrique Peña Nieto, “ningún presidente se levanta pesando en cómo joder a México”. Y creo que tiene razón, porque es cierto que no quieren joder al país, al final es lo que verdaderamente vale, solo quieren joder al que se ponga enfrente con tal de llegar precisamente al poder.

Esta es nuestra clase política, aquella que asegura que son los elegidos y que pasarán a la historia por ser los transformadores de una realidad y de un país; que tienen en el alma un espíritu de grandeza y patriotismo que ni el propio Napoleón Bonaparte pudo experimentar.

Y mientras tanto, Javier Duarte y Guillermo Padrés siguen prófugos de la justicia; hay cientos de miles de muertes, miles de desaparecidos; la sociedad está indefensa; y el “honorable” Ricardo Anaya demostrando que su asiento 24-E está cerca de los baños del avión; ¡pobre, cómo ha de sufrir con esos olores de podredumbre!

Foto: Honorable Cámara de Diputados.

 

 

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