Por Asfaltos.
Hay álbumes que a uno le marcan más allá de su calidad musical; se trata, pues, de une relación sentimental que sirve como unión, como lazo con el sonido. Así me pasó a mí con el «Pop» (1997) de U2, noveno álbum de la banda irlandesa que conocí muy joven a inicios de los 90. Para 1997 yo contaba apenas con 11 años, y si bien U2 era la banda más conocida en ese momento en el planeta, para los chicos de mi generación, en nuestro mundo en plena primaria, era un grupo un tanto desconocido. No para mí. U2 desde el primer momento en el que les escuché fue siempre mi grupo favorito. Punto.
1997 fue coincidentemente un año fundamental en mi vida. En mayo de ese mismo año se celebraron los 20 años de Star Wars, mismos que sirvieron como marco perfecto para el relanzamiento de la trilogía (entonces la única existente) remasterizada y en pantalla grande. Apenas hacía dos, o quizá tres , había descubierto Star Wars; fue en 1997 cuando mi fanatismo estalló. En el mes de junio de ese año fue también cuando forjé mi fanatismo por el fútbol, ya que en Bolivia se celebraba la Copa América en la que México participaba. Era la selección mexicana de Luis Hernández y Adolfo Ríos. En diciembre, como cruz sobre mi espalda, me enamoré del entonces nuevo campeón del fútbol mexicano: el Cruz Azul. Con un gol de pénalti, anotado por un Carlos Hermosillo ensangrentado, formé parte de los fanáicos del Azul subcampeonísimo ya merito.
En mi casa los cassettes de U2 abundaban. Si bien en ese mismo año, o quizá uno después ya habíamos conseguido el primer CD familiar, los casettes eran comunes en la familia. Recuerdo los de «The Unforgettable Fire» (1984), «The Joshua Tree» (1987), «Rattle and Hum» (1988), «Achtung Baby» (1991) y «Zooropa» (1993) aún en mi poder. Nos gustaba, sí, U2, grupo al que había llegado yo gracias a mis papás y que sonaba en innumerables ocasiones en el automóvil camino al cine, a comer en un restaurante o rumbo a una plaza comercial. El grupo, su sonido, Bono para mi mamá, y demás factores, se volvieron clave en la afición a un grupo que para 1997 lanzaría su noveno material bajo el título de «Pop».
«Pop» resultó distinto, en su sonido, en su concepción y en el gusto en mi familia. Sin embargo yo, fanático ya consumado de U2, fui quien impulsó a que nos hiciéramos pronto del nuevo material. El «Pop» sólo me gustó a mí, y parece que así fue entre una inmensa mayoría que le despreció. El álbum significó un punto final para los años de experimentación de los irlandeses; el fin de una etapa que terminaría regresando a la banda a sus orígenes. Sí, «Pop» tiene sus fallas, pero no creo ni por mucho que sea al momento el peor material de la agrupación.
Habría que entender un poco sobre su concepción. Seis años después del exitoso «Acthung Baby», y cuatro después de su «apéndice» «Zooropa», la carga de expectativas sobre el «Pop» era evidente y pesada. La reciente gira de los irlandeses, la más exitosa en su momento, significaba también una pesada loza con la cual cargar. Los tiempos acelerados para poder estrenar el nuevo material, mismo que se percibe en muchas partes de su sonido como inacabado, fueron otro factor para el resultado final del «Pop». U2 pretendía con este álbum parodiar la cultura pop de la que ya era parte. Atrás habían quedado los años punk, muy atrás de esa parafernalia de colores, pantallas de televisión gigantes, disfraces a la Village People y hasta un limón gigante; en el mismísimo lanzamiento de la promoción del «Pop», los U2 se lanzaron a un mini súper donde dieron a conocer los detalles. La primera fecha del «Popmart Tour» fue un destastre; las críticas a las canciones, y sobre todo al primer sencillo «Discotheque» fueron fulminantes.
«Pop» es precisamente eso: un proyecto inacabado, apresurado y en muchas ocasiones hecho al aventón. Sin emnargo, en mi opinión personal, no se trata de un material falto de creatividad. Se trató de un álbum de ambiciones espectaculares que se estrelló de manera estrepitosa, causando el olvido en muchas ocasiones del propio U2, quienes rara vez interpretan algunas de sus canciones en vivo. Fue un punto de no retorno que terminó por hacer voltear a U2 a un sonido más clásico de rock, inclusive más contemporáneo, más apto para su edad y público. Fue una pausa a sus espectáculos de proporciones tremendas, que si bien regresaron con el «360° Tour», ya no volvería a ser parámetro para las subsiguientes presentaciones. Fue el final del U2 seguro de sí mismo, del U2 interesado únicamente en la generación de música y no tanto en mantenerse en el mainstream a costa de lo que sea.
«Pop» de U2 tiene maravillas sonoras que bien valdría la pena rescatar. La ya mencionada reversión de «Discotheque» que le da una fuerza muy distinta a una rola que de entrada no es mala; la energía de «Do you feel loved»; la potencia, furia y electricidad de «Mofo»; el romanticismo de «If God will send his Angels»; la sensación de mundo post apocalíptico de «Staring at the sun» y «Last night on Earth»; la muy poderosa «Gone», sobre todo en su reversión que la coloca indudablemente como una de las mejores canciones del U2 noventero; la sensualidad de «If you were that velvet dress»; la desesperación de «Please»; y el dolor, tremenda tristeza y desesperanza de la entrañable «Wake up dead man» -que bien podría ser un demo-, rola incomprendida que bien merecería ser rescatada del olvido. Curioso, por cierto, que el album vaya de más a menos; como el mismo Bono aceptó, es como comenzar el día en una fiesta y terminarlo en un funeral… como la historia del mismo «Pop».
«Pop» fue el final de algo para U2, pero también el comienzo de algo. 3 años después, en 2001 con el «All that you can’t leave behind» regresaron por sus fueros, con el que es personalmente para mí el último gran álbum de la banda, separándose de sus años de experimentación. Sin embargo, tres álbumes de estudio después, U2 ha perdido ya toda la magia de aquella década dorada, la segunda mejor en la historia de la agrupación. Lástima que U2 la enterrara para muchos con el recuerdo del si bien inacabado «Pop», también del incomprendido…
Era el 31 de diciembre de 1997, a minutos del año nuevo, y reunido con mi familia, en un festejo tranquilo que nos puso a todos frente a la pantalla de la televisión, se transmitía por el Canal 5 el concierto que U2 había realizado en Ciudad de México. Yo, ni en cuenta, triste por no haberlos podido ver en vivo, pero jurando pronto que cumpliría con la promesa. No contaba desde luego con el factor «hijos de Zedillo», por lo que tendría que esperar hasta 2006, 9 años después para cumplir el cometido… pero bueno, esa es otra historia.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
Leave a comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.