Por Paty Caratozzolo.
La película de Saul Kak y Charles Fairbanks dura más de 70 minutos, pero en ella no hay escenas de acción, violencia ni sexo. No hay efectos especiales, no hay asesinatos ni persecuciones. No hay intriga internacional, ni historia de suspenso, ni espías ni zombies. Y no hay nada de eso porque es un documental sobre una cultura milenaria que subsiste en una región con el exótico nombre de «La selva negra». Claro, podríamos pensar que es la selva negra en Alemania, en la frontera con Francia y sin embargo no, no se trata de esa sino de la otra, la mexicana, en la frontera con Guatemala. Pequeña diferencia.
«La selva negra» se nos aparece con una luminosidad cegadora, el verde de la vegetación, el canto de los pájaros, el arrullo de las cigarras, el rostro ajado de doña Carmen, una anciana que se recorta en el verde, sus manos ágiles buscando entre las piedras de un arroyo, metida en el agua hasta las rodillas. Se la ve tranquila y silenciosa, remueve entre las piedras con paciencia infinita, encuentra uno a uno los pequeños caracolitos negros que serán su frugal alimento, esos y un par de tortillas de maíz.
La anciana transmite la paz milenaria de su cultura, la vemos sola en el medio de la nada, en su rutina de caminar cientos de metros en el monte para buscar su alimento y cortar su propia leña. Luego la misma distancia de vuelta cargando a su espalda un prolijo atado de leña. Todo sola, todo en calma, sin desfallecer ni apresurarse ni detenerse, todos los días igual. A pesar de todo tiene tiempo de recoger unas flores, alcatraces y cempasúchil morado; un lujo quizás. La cámara nos presenta a un segundo personaje, nos encontramos de frente con don Juan, un hombre menudo y débil, es el chamán del pueblo, lo vemos al inicio en una ceremonia tradicional: el suelo cubierto de hierbajos, ramas y hojas, veladoras e incienso, las oraciones a la madre tierra para que cure a un bebé que está en manos de su madre y no deja de llorar. El rito del vaso con agua y el huevo de gallina absorbiendo el mal y liberando al niño. Lo vemos cenar solo sentado en la oscuridad y preparar una simple cobija en el piso de tierra para dormir.
Carmen y Juan son personajes mitológicos, viven en el siglo XXI tratando de estar en armonía con la madre tierra y con sus ritos y tradiciones, luchan con toda la fuerza de sus pequeños cuerpos cansados y exhaustos, pero no encuentran la paz porque viven en nuestra selva negra, no en la otra.
A doña Carmen le mataron a su esposo, con la indiferencia, la explotación y el trabajo de sol a sol, como si fuera un animal. A don Juan le destruyeron su cuerpo que ya no resiste porque tiene una hernia que le parte el cuerpo de dolor y le impide trabajar. Son los desheredados de la tierra, ya no tienen ninguna utilidad económica para la sociedad moderna… ¿o sí? Pues resulta que sí, todavía se les puede robar algo más, podemos reemplazarles a sus dioses y corromper sus ritos.
Los caminos del cinismo son inescrutables: ¿por qué no aprovecharnos de lo único que les queda? Es cuando llega la publicidad del remedio mágico para todos sus males: Omnilife, con nombre mitológico y vendedores que llegan hasta la propia puerta de las carmencitas y de los juanes, llevándoles los catálogos en papel ilustración y a todo color de la salvación, en cómodas dosis, sobrecitos y frascos de los productos que curan todas las dolencias y ¡hasta en módicas cuotas!
Pequeña diferencia. Si se tratara de la selva negra alemana, estaríamos hablando de mitos y leyendas ancestrales, de la cosmogonía y la teogonía de los antiguos habitantes, de sus dioses, sus ritos y sus tradiciones. Veríamos el documental en algún festival folklórico y la gente asistiría vestida con atuendos típicos y enseñaría a sus niños su motivo de orgullo.
En nuestra selva negra, la historia resulta bastante distinta. La cultura zoque también es una cultura ancestral, tienen una cosmogonía y una teogonía, tienen ritos, tradiciones, vestidos típicos y hasta una lengua zoqueana, pero lejos de sentirnos orgullosos de su existencia tratamos de esconderlos, nos causan risa y hasta les robamos.
La conquista sigue quinientos años después de la conquista: en la última escena vemos a don Juan realizando sus ritos de sanación, vemos las ramas en el piso de tierra, las veladoras, el incienso, el vaso de agua y la yema de huevo flotando. Pero algo hay una diferencia, de repente abre un sobrecito y echa un polvo mágico en el vaso: es la «omnivida».
Ambulante Gira de Documentales 2017 se realizará del 23 de marzo al 25 de mayo de 2017 en diversas sedes en México y Ciudad de México. Para más información consulta el sitio oficial de Ambulante Gira de Documentales.
Con información e imágenes cortesía de IQ Icunacury Acosta & Co.
Leave a comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.