José Luis Cuevas falleció el pasado 3 de julio de 2017 en Ciudad de México. Descanse en paz.
«¿Cuál será ese dibujo final? Es algo que me pregunto con frecuencia. Cuando llegue el final quiero ser yo mi última obra», dijo en su momento José Luis Cuevas y lo logró. Y no solo es un dibujo, una escultura o una obra de arte, es toda una corriente artística.
Foto: Eneas De Troya.
También dijo «la ‘Ruptura’ soy yo», refiriéndose a ese movimiento que desafío a la plástica mexicana posrevolucionaria en donde los grandes muralistas jugaron un papel trascendental para consagrar una visión artística de la sociedad mexicana, pero que para Cuevas, siempre estuvieron «muy cerca del gobierno».
Fue una figura polémica y que con su personalidad, logró captar la atención de muchos ámbitos sociales, no solo los de la alta cultura, sino que desde su posición de líder y figura pública, atacó al gobierno en muchas ocasiones, la más significativa fue el apoyo mostrado al movimiento estudiantil del ’68, por ejemplo.
Nacido en una fábrica de lápices y de papel en la Ciudad de México en 1934, Cuevas creció en esa transición de la Ciudad de México de lo rural a lo urbano, le fascinaba andar en bicicleta y desde muy pequeño mostró su talento para el dibujo.
Pero sin duda, José Luis Cuevas impactó el mundo del arte con su visión de una estética compleja y que en México, definitivamente marcó la transición y el fin de la época de los grandes muralistas, para entrar a otra en donde la singularidad de cada artista era el sello distintivo de sus obras.
En retrospectiva, es difícil imaginar una escena artística sin el trabajo de Cuevas y a pesar de que en México siempre fue el mejor representante de aquel refrán de que «nadie es profeta en su tierra», a nivel internacional fue un personaje muy reconocido.
Recibió el Premio Internacional de Dibujo en la V Bienal de Sao Paulo, en 1959; el primer Premio Internacional de Grabado en la I Trienal de Nueva Delhi, en 1968; y en 1991 recibió la orden de Caballero de las Artes y de las Letras de la República Francesa, entre otros.
Foto: Richard Cawood.
Y en su intento por ser reconocido en México, Cuevas siempre habló de esto como la búsqueda de «la aceptación del padre», en un juego de palabras al estilo freudiano y en donde de cierta manera, era una forma de comprobar que su propuesta fue disruptiva y que por lo tanto, el proceso de aceptación fue muy largo.
Sin embargo, en 1981 fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México y con esto una manera de hacerle ver que todo había quedado atrás, que la «Ruptura» era aceptada y que su obra tenía una grandeza enorme.
No fue fácil para un México en transición, como le tocó en su juventud a Cuevas y a los jóvenes artistas que conformaron la generación de la «Ruptura», influenciados por corrientes estéticas europeas que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial y en donde todo parecía una manera muy personal de interpretar la vida, satisfacer el ojo de los «críticos» y los «expertos».
Evidentemente Cuevas no fue ni en sí mismo la «Ruptura» ni se podría entender este movimiento sin figuras como Alberto Gironella, Francisco Corzas, Lilia Carrillo, Enrique Echeverría, Pedro Coronel, Vicente Rojo y Manuel Felguérez, entre los más famosos.
Pero lo cierto es que la personalidad de Cuevas sí podría ser un elemento clave para que se convirtiera en un personaje preponderante de este conglomerado de artistas, que según ellos nunca fueron un movimiento ni un grupo estético como tal.
Sin embargo, marcaron el devenir de las corrientes estéticas de México, de alguna manera mostraron un arte más moderno y vanguardistas y conformaron la transición de la Escuela Mexicana de Pintura, hacia manifestaciones artísticas que ahora mismo, siguen siendo consideradas efectivamente como una ruptura inigualable.
Foto de portada: Alto Nivel.
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