Texto por Asfaltos.
Fotos por Alicia Ávila Monroy.
Los pasados 15 y 16 de agosto me lancé al VRFESTMX, Festival Internacional de Realidad Virtual en México. El evento, realizado a la par de TagCDMX, se llevó a cabo en el Centro Cultural del Bosque. La cita sirvió como reunión para la industria especializada en la tecnología VR, así como un punto de encuentro entre quienes somos ajenos a esta nueva tecnología. Reconoce MX se incluyó en esta segunda edición como orgulloso media partner del evento.
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Desde que supe del VRFESTMX, sentí una enorme interés por acercarme a la tecnología VR. Mi curiosidad aumentó cuando un amigo me compartía su experiencia con «Carne y arena» de Alejandro González Iñárritu y Emmanuel Lubezki presentado en el pasado Festival de Cannes; así como con la presencia en el pasado Festival Internacional de Cine de Guanajuato, de los tres primeros documentales mexicanos filmados en tecnología VR por Carlos Hagerman, Juan Carlos Rulfo y Roberto Fiesco. Total, que mis ganas por experimentar la realidad virtual eran ya muchas.
Nunca había experimentado algo similar a la tecnología VR. Si acaso, y subrrayo «si acaso», lo más cercano han sido instalaciones tradicionales de entretenimiento más clásicas con una pantalla de frente, sin ningún visor de por medio. No les voy a mentir, la verdad moría un poco de terror por lo que experimentaría, primero porque era algo nuevo; segundo porque padezco de cierta agorafobia, que les traduzco para mí es miedo a los espacios abiertos. Si cruzar el zócalo capitalino es para mí ya todo un asunto… ¿se imaginan lo que sería estar a la mitad del espacio?
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La primera parada, justo a la entrada del foro principal del VRFESTMX en el Centro Cultural del Bosque, fue el brazo mecánico de Avanna. Un brazo en cuyo extremo va colocado una silla en la que el usuario se sube y queda a merced del controlador de éste; que en este caso es el mismo desarrollador. Ahí andaba, a la merced del desarrollador, cuando mi silla se levantó gracias a la fuerza de este brazo mecánico. Ah, claro, antes te ponen arneses (no vaya a ser que te vayas a caer -y de hecho, por eso, te hacen firmar una carta responsiva-), el visor VR y unos audífonos. Total, andaba ya en la silla y de inmediato me teletransporté al interior de una nave. La nave, sin efectos visuales muy sorprendentes pero sí efectivos, a la percepción de mi mente resultó en absoluto real. Mi cabeza, de inmediato, me hizo pensar que en efecto estaba dentro de una nave espacial, y que en efecto me estaba elevando en ella. Como se imaginarán, y como visualizan en la imagen que ilustra este apartado, la silla empieza a moverse de un lado a otro y sí, también empieza a girar. En una reflexión posterior, siento que el efecto de que la silla se volteara de cabeza -si bien efectivo para el entretenimiento-, terminó por sacarme un poco de la realidad virtual en la que estaba inmerso. ¿Por qué? Porque la gravedad hizo lo suyo y mas bien pensaba en sujetarme a la silla de la realidad, a dejarme llevar por la relidad virtual. Quizá, pensando que en el espacio no hay gravedad, fue que reflexioné lo anterior; quizá, y remarco quizá, si hubiera sido una experiencia más «terrestre», quizá la voltereta y el efecto de la gravedad no me hubieran sacado del todo de lo que viví. En fin, la experiencia de Avanna no dejó de ser un alucine, y sobre todo no dejó de ser algo que sirvió de gran manera como introducción para lo que vendría.
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La siguiente experiencia, que no quería perderme de ninguna manera, fue la de FMG Labs, «Mars 2030». Presentada en conjunto con la NASA, «Mars 2030» es básicamente un modelo en VR de cómo sería la colonización humana sobre el gigante rojo. ¡Sí! ¡Imaginen lo que sería amartizar (¿se dice así), saltar, caminar y manejar sobre Marte! Pues bien. En un espacio donde quizá cabrían 2 ó 3 personas, en una cabina que simula ser una cápsula de la NASA; entré para que se me volvieran a colocar visor y audífonos, y en esta ocasión dos controles inalámbricos en cada una de mis manos. Pausa. No soy un tipo de videojuegos, y la verdad es que el último que jugué fue hace muchos años; y no, los FIFA no cuentan porque son prácticamente lo mismo desde el lanzamiento del primero de la franquicia. Una vez hecho el comentario, continúo. Lo anterior lo menciono porque el movimiento con los controles, y el visor, me confundieron probablemente más que a los que ya están familiarizados con la tecnología. En fin, todo inicia con uno orbitando sobre Marte, y sí, posteriormente amartizando. ¡Qué cosa! ¡Qué cosa tan tremenda! Sin el movimiento físico del brazo robótico de Avanna, podría afirmar de manera más contundente que experimenté una mayor sensación de movimiento con esta experiencia, que con la anterior. Literal sentía que la nave en la que iba estaba en movimiento, y literal sentía que iba amartizando… De todo lo que viví y experimenté, fue aquí el único momento en el que cerré los ojos para no dejarme llevar por mi agorafobia ya mencionada. Una vez sobre Marte, todo fue relativamente «más sencillo». En mi traje espacial, caminando y moviéndome a la velocidad a la que lo haría con la gravedad marciana, me pidieron ejecutar unas sencillas misiones que incluían recoger algunas piedras, colocar una bandera y subirme a un rover. Cuando recogí una de las piedras, se me pidó que la lanzara y adivinen… ¡lancé hasta el control! Era tanta la sensación de realidad que experimentaba en mi cabeza, que terminé por confundir un movimiento real con uno virtual. ¿Nervios? Empapé literalmente, y muy apenado, el visor… ¡Qué cosa!
Tras derramar litros y litros de sudor, me dirigí con Alicia Ávila, Coeditora de Música en Reconoce MX -quien me acompañó a vivir también las experiencias y a tomar fotos-, a un sitio donde nos movimos con más calma cada quien a vivir una experiencia distinta. La mía fue un videojuego de Carbon Studio llamado «The Wizards». Una vez más, mi nula experiencia reciente en videojuegos pudo haber jugado en mi contra con «The Wizards», pero vale, acá lo vivido. El videojuego es simple: eres un mago con poderes y hay obstáculos que superar. Empecé primero sobre un asteroide, tras lo cual pregunté con cierto y verdadero temor al guía si no tendría que saltar de asteroide en asteroide -sí, un poco aterrorizado aún por mi anterior experiencia-; pero por suerte me indicó que ese no sería el caso. El asunto al final es que la sensación era la misma, pues si bien no había movimiento, sí estaba sumergido en un mundo donde estaba parado sobre un asteroide en medio del espacio. La misión, que mas bien parecía el tutorial, era lanzar unas bolas de fuego que creaba con mi mano para derrumbar unos cristales espaciales. La verdad es que no avancé mucho, y fracasé estrepitosamente; pero lo interesante era un poco lo que el guía me contaba. Me compartía que tras desbloquear un arco que no pude sacar yo, él se pasó cerca de 20 minutos usándolo y de repente se cansó… Sí, sin haber cuerda de por medio, la simple ilusión mental de que en efecto se estaba jalando una, mandaba información al cerebro para que ejerciera la fuerza como si de verdad ésta existiera. No lo dudo ni tantito, la experiencia en realidad virtual puede ser confusa y engañar muy bien a la mente.
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Una vez fuera de la zona central, por una pausa para la alimentación de todos los presentes, me senté con Alicia a disfrutar de unos videos en realidad virtual; en mi caso se trató del documental «Peplum» de Roberto Fiesco. Sabía que por lo menos Carlos Hagerman estaría presente en VRFESTMX -así lo marcaba su programa-, pero por alguna razón no asocié que en algún momento tendría la oportunidad de ver los trabajos que Diana y Aarón observaron en el pasado #GIFF2017. La verdad es que lo disfruté muchísimo. «Peplum», de Roberto Fiesco, nos presenta la historia de un chico en León, Guanajuato, dedicado al fisicoculturismo. Su trabajo, con la sensibilidad y detalle que le conocemos ya a Fiesco, se destaca primero por ésto; sin embargo, y para qué mentirles, la experiencia en realidad virtual brilla por sí misma, sobre todo por ser algo novedoso. Hubo, y se lo compartí a Roberto en una entrevista posterior que podrán escuchar pronto en nuestro «#PodcastRCMXitinerante desde VRFESTMX2017», 2 escenas que me llamaron la atención. La primera, y quizá la más simple, es una en la que como espectador se nos coloca sobre un carrito de supermercado; la sensación de movimiento, en una cámara de esas características, fue algo en extremo divertido. La segunda escena, una que disfruté igual con gran fuerza, fue una de las tantas entrevistas realizadas dentro del gimnasio que funge como escenario principal, en donde de un lado vemos al protagonista de la historia, mientras que si alzamos la vista y giramos hacia la izquierda nos topamos con otro chico subiendo una cuerda. Acá, en efecto, no hay encuadre… Sí, no hay encuadre ni tampoco hay fotografía. «Peplum» de Roberto Fiesco fue algo muy disfrutable, sin duda una experiencia que me dio material suficiente para la próxima charla que tendría con su realizador; misma que escucharán pronto y en una próxima nota podré extenderme al respecto.
Para el segundo día la experiencia estuvo más ligada al cine… o a algo muy similar a éste. Me explico. De nuevo en la zona de experiencias del VRFESTMX, me senté con tiempo a vivir «Ávido» de VR Awake. Sí, el día anterior Alicia me había comentado de éste, y me anticipó que para vivirlo tendría que contemplar 30 minutos de mi tiempo. Así lo hice. Con calma, en una silla que giraba sobre mi propio eje, se me volviieron a colocar un visor y unos audífonos. Mi corazón y alma descansaron, pues si bien no dejaría de resultarme una experiencia muy alucinante, no terminaría convirtiéndose en el estrés de las anteriormente mencionadas. ¿Y qué es «Ávido» de VR Awake? En los próximos días ahondaré en texto y también en el ya anunciado #PodcastRCMXitinerante, sin embargo les comparto que no es otra cosa que un mediometraje en el que se nos cuenta la historia de 4 músicos (incluido uno mismo) que buscan ganarse un dinero para lanzarse a un festival. ¿Incluido uno mismo? Si ya no toco ni la puerta… Sí, incluido uno mismo porque uno de los 4 músicos tiene vida gracias a uno. What? Es probable que si es complicado detallarlo en voz, escribirlo sea aún más complejo, pero el punto es que es una experiencia interactiva en 360° y en 3D en la que uno tiene poder de decisión sobre hacia dónde quiere que vaya la historia. Ampliaré, como ya mencioné, más información de «Ávido» de VR Awake, pero sin duda puedo asegurar que fue la cereza en el pastel de una serie de experiencias que me hicieron abrir los ojos a una tecnología que desconocía prácticamente del todo.
Al acabar el VRFESTMX me quedé con varias conclusiones. Primero, que si ven el próximo año la tercera edición de éste, ¡no deben perdérselo por nada del mundo! La verdad es que la tecnología VR es algo que poco a poco va esparciéndose por el mundo, y afortunadamente también por nuestro país; y que tiene también una serie de alcances y aplicaciones que no harían mas que alucinarnos. Ahora que veo todas las experiencias que estuvieron presentes, me quedo con las ganas de buscar muchas de éstas para vivirlas, sobre todo por la curiosidad de qué otros caminos se pueden abrir.
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En mi columna del día de hoy abordaré un poco otra reflexión al tema, mismo que nos dará toda la semana para seguir platicando. El caso es que el VRFESTMX resultó ser todo lo que se prometía. Quizá, y a diferencia del TagCDMX que se vivió en el mismo recinto y que lucía largas filas, faltaron algunos detalles para que la gente se volcara a esta experiencia; y es que si bien no minimizo lo presentado en TagCDMX, de verdad lo experimentado en el VRFESTMX es algo absolutamente distinto, nuevo, alucinante y emocionante.
Dos días de grandes experiencias en el VRFESTMX, al que en Reconoce MX, por lo pronto, le continuamos deseando muchos años más de realidad virtual, sí; pero desde luego muchos años más de consolidarse como un espacio real para esta continua evangelización de la tecnología VR a la que se han avocado.
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