Sin importar si se es de un medio local, regional o nacional, digital o que solo se cubran temas hiperlocales, la profesión de periodista se ha tornado cada vez más peligrosa. Ahora fue Cándido Ríos Vázquez, asesinado el 22 de agosto por la tarde en el municipio de Hueyapan de Ocampo, al sur del estado de Veracruz.
Seguramente nadie conocía a Cándido, pero ahora es una noticia nacional luego de que junto con junto con otras dos personas –uno de ellos un ex policía municipal de Acayucan–, fueron abatidos a balazos mientras se encontraban afuera de una gasolinera local.
«Pabuche», como era conocido en los medios locales, es una historia interesante. Sin instrucción académica universitaria y con apenas terminada la secundaria, comenzó sus andares en el periodismo luego de ser un activista social que defendía las causas de sus paisanos y para poder denunciar lo que pasaba en su localidad, fundó «La Voz de Hueyapan», desde donde comenzó su quehacer como informador.
Esta labor le dio el aval para convertirse en corresponsal del «Diario de Acayucan», función que cumplió hasta el día de su asesinato.
Pero lo grave del asunto es que Cándido Ríos Vázquez se encontraba incorporado a los esquemas de seguridad del «Mecanismo para la Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas» de la Secretaría de Gobernación, según explicó la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP).
Desde 2012 contaba con esta protección oficial, pero como en todos los casos de los periodistas asesinados, ésta no es un chaleco antibalas efectivo dado el entorno de inseguridad que se vive en México.
Según El Universal, «Veracruz es considerado el estado más peligroso para la prensa en México» y en ese estado suman 20 asesinatos desde el año 2000. Pero como siempre lo he dicho, esta situación se complica aún más debido a que no es solo un problema focalizado de atentar contra los periodistas, sino que es una extensión de la violencia encarnizada que se vive en el país.
Es muy complicado dimensionar los efectos que tienen estos actos en contra de los comunicadores, ya que por un lado somos seres humanos con familias, recuerdos, aspiraciones y un afán por entender la realidad que nos rodea, pero esto mismo se ha convertido en uno de los mayores peligros y en cualquier momento un periodista se convierten en el blanco de las balas.
Ahí está el caso más reciente de las amenazas a Héctor de Mauleón, a quien en un video en redes sociales le advertían: «Sr. Héctor, la sentencia está por cumplirse. La muerte le ha llegado».
Y estamos hablando de un entorno en donde las autoridades de Ciudad de México aseguran que no hay cárteles operando en la capital del país y en donde aparentemente, hay menos posibilidades de que existan atentados en contra de los periodistas.
Con esta comparación, nada más hay que imaginar las condiciones en que laboran los diarios locales, expuestos a cualquier ataque violento o sometidos bajo amenazas a publicar información en donde literalmente el crimen organizado es el editor de las secciones y de las notas, ellos aprueban o eliminan lo que sale a luz pública.
Así las cosas y seguimos sumando nombres a la lista de periodistas muertos en México…
Imagen de portada: Univisión.
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