Por Asfaltos.
Seguro han tenido uno de esos días en los que por más que lo intentan, las cosas no salen. Bueno, en mi caso, recientemente, se trató de una noche. Sí, una noche rara, de esas ya frías de fin de año, en donde al final, después de un amargo sinsabor, caminaba enfilando ya para casa. Entonces, en medio de esa oscuridad literal, una luz en forma de música… ¡y vaya música!
Admito que llegué tarde a él, pero cuando lo hice a través de una entrañable amiga, me quedé con su música.
Su nombre es Silverio Jiménez y es conocido desde finales de los 80 como un experto en la «canción popular mexicana contemporánea». Fusionando géneros característicos de nuestra cultura como lo son el son, el huapango y el bolero, con otros como el rock, el jazz, el blues y el bossa nova, Silverio Jiménez es reconocido por su muy talentosa música y sus muy cuidadas letras.
Aquella noche yo me topé con «Alma de perro» de Silverio Jiménez, canción que ajustaba de manera perfecta a mi estado de ánimo, y que con la voz y la guitarra de Silverio -a pesar del dolor que se transmite-, me llené de paz… Sí, porque la letra habla de eso, justamente, de alguien atrapado que ve el lado positivo a pesar de lo que le venga, fuera lo que fuera. Silverio Jiménez consigue con «Alma de perro» un himno para que aquellos que se sienten solos en una ciudad tan gigantesca como la de México, estén mas bien muy acompañados.
«Tengo alma de perro sin destino, esquinero corazón desamparado. Tengo un sueño entre mis sueños y un auto del ’73 descontinuado. Me gusta recordar de dónde vengo, aunque la radio se obsesione en que lo olvide. La moda me persigue a todos lados y no perdona la segunda de este traje. Me gusta la ciudad cuando no hay gente, me gusta cuando no hay ciudad… la gente.»
De Silverio Jiménez hay más canciones que ajustan a esta sección dedicada a las melodías que hacen referencia a la capital mexicana; así que sí, en efecto, esperen pronto más de este tremendo trovador que aquella noche me sacudió lo tristón para animarme al día siguiente que… sí, como siempre, volvió a amanecer.
Foto: Rasielom Ameisenhaufen.
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