A una semana de las elecciones del primero de julio, con resultados un tanto sorprendentes por la contundencia del triunfo de Andrés Manuel López Obrador y con un escenario en donde no se ha caído el peso, los capitales continúan en México, las empresas y los empresarios están confiados y no hay indicios ni siquiera lejanos de una catástrofe. La sociedad ahora está a la espera de un cambio verdadero y positivo.
Esto puede ser muy subjetivo, ya que las cosas no serán fáciles ni los resultados rápidos, pero poniendo las cosas en su dimensión real, una de las grandes esperanzas para el grueso de la población puede ser que de verdad se pueda combatir la corrupción, disminuir sus daños y comenzar a crear una nueva cultura de convivencia alejada de aquella premisa de que “el que no transa no avanza”.
Mientras tanto, hay dos puntos muy interesantes que destacar en este proceso electoral. Uno es que más allá de los altos niveles de preferencia –históricos en México- para AMLO, existe un perfil de la sociedad que votó por él y no tiene nada que ver con el elector duro que había mantenido en elecciones pasadas.
Así, según un análisis realizado por el blog de datos Paréntesis, de la revista Nexos, “las secciones con muy baja y muy alta escolaridad promedio votaron por Anaya, mientras que las que tienen en promedio una escolaridad de secundaria o prepa lo hicieron por AMLO”.
Un indicativo además de lo que puede estar sucediendo en nuestro país, en donde “esta relación no nos informa solamente del efecto de la escolaridad sobre el sentido del voto, sino tal vez nos podría estar indicando el efecto de ingreso sobre preferencias electorales; ¿en qué tipo de sección electoral los votantes son, en promedio, universitarios todos? Probablemente en las de más altos ingresos”, dice este documento.
Esto no necesariamente es una verdad absoluta, pero lo cierto es que un amplio sector de la clase media mexicana votó por AMLO como un castigo –o una esperanza- de revertir la impunidad, el cinismo y las malas gestiones de los gobiernos panistas y priístas de los sexenios pasados.
Pero para todos aquellos millones que votaron por el ahora virtual presidente electo de México, también es necesario entender que no basta solo con haber tachado la boleta electoral por Morena o la coalición «Juntos Haremos Historia», sino que ahora comienza una nueva etapa en donde la sociedad debe de tomar un papel mucho más activo y vigilante para que las cosas cambien.
Por un lado, exigir que cumpla con las principales promesas de campaña y al mismo tiempo, los ciudadanos debemos ser más responsables con nuestros actos y actuar en función de lo que queremos para México; es decir, romper los modelos anteriores y crear nuevas herramientas que modifiquen positivamente la manera en que convivimos.
Estas elecciones demostraron que se puede comenzar a crear un poder real que se simiente y crezca desde la sociedad misma.
Y no hay que perder de vista, tal como lo señaló en su momento Juan Carlos Monedero, fundador del partido español Podemos, que “AMLO ganó el gobierno de México pero no el poder”, por lo que comienza una nueva batalla ya que “deberá enfrentarse a las élites” que se niegan a perder las posiciones de privilegios en su lucha la corrupción.
Entonces los cambios solo sucederán si es la sociedad en su conjunto la que los impulse, los exija y los aplique en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Se quiera o no, entramos a una nueva etapa de la tan fallida “transición democrática” y por el bien de todos, esperemos que sea la que genera una “revolución” ideológica, cultural y política en el pueblo mexicano.
Fotos: Dennis Noel López Sosa.
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