Por Asfaltos.
Los Premios de la Academia, mejor conocidos como los premios Oscar, cimbraron desde la semana pasada a gran parte del mundo cinematográfico. ¿El motivo? El anuncio, entre otros cambios también propuestos, de que se está estimando incluir una nueva categoría en los premios: la de «Mejor película popular». Los premios Oscar buscan a toda costa no perder el interés de un público que poco a poco les ha ido abandonado.
De acuerdo a un reporte del LA Times, de 2017 a 2018 la audiencia de los premios cayó en cerca del 20%. La cifra resultó inclusive más baja que la que ostentaba el récord más reciente en 2008 con 32 millones de espectadores, pues para 2018 la cifra alcanzó apenas la friolera de 26.5 millones.
¿Han perdido los Oscar el interés de las audiencias? ¿Han perdido las audiencias el interés en el cine que premian los Oscar?
El principal diagnóstico de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, al juzgar por el anuncio ya destacado, es que quizá las películas que se premian en la ceremonia no han resultado «tan populares». La gran ganadora de este año, «La forma del agua» (2017), alcanzó apenas unos 64 millones de dólares en la taquilla de los Estados Unidos; mientras que «Black Panther» (2018) recaudó 202 millones de dólares en Estados Unidos… ¡en tan solo su fin de semana de estreno!
De acuerdo a un reporte de la revista Variety, los recientes números de la ceremonia de premiación preocuparon a Disney-ABC, quienes tan solo un año y medio antes pactaron hasta 2028 la transmisión de los premios Oscar. Los números logrados en la edición de este año representaron una caída que se acentuó en los espectadores más jóvenes. En el rango de 18 a 49 años, la caída con respecto a 2017 fue de 24%; mientras que en el rango de 18 a 34 años, la disminución fue de 29%.
La decisión por integrar entonces una categoría que premie a la «Mejor película popular» tiene sentido si el análisis fuera tan simple como lo he descrito, ¿pero no debería haber acaso una revisión más profunda del fenómeno? ¿Qué tal que las películas a las que también premian no son tan trascendentales como las antes? ¿Alguien se acordará en algunos años, por ejemplo, de cintas como «El artista» (2008) o «Moonlight» (2017), más allá de la anécdota de haber sido ganadoras de un Oscar?
Además, como show televisivo, los Oscar se han convertido en un cansado viaje de más de tres horas -por cierto, una de las propuestas es dejar algunas categorías fuera de la televisión, justo para acortar tiempos-, mismo que se vuelve aún más tedioso gracias a que a pesar del dislate del año pasado en el que el actor Warren Beatty anunció a un ganador equivocado en televisión en vivo, difícilmente se sale del guión y de lo predecible.
Súmenle además la enorme competencia que existe en audiovisuales, donde plataformas como Netflix, Amazon y desde luego YouTube, han ido ganando mayor atención conforme pasan los años, dividiendo así la audiencia que tradicionalmente se encontraba más cautiva.
La propuesta de la nueva categoría, sin embargo, parece una acción desesperada. La simple noticia ha generado malestar en la comunidad cinematográfica con base en Los Ángeles, California; mucha generada en gran parte por la nula claridad de cómo funcionaría dicho premio. En una lógica elemental el reconocimiento a la película más popular debería ser para el trabajo más taquillero del periodo que se premia, pero aun así se estarían dejando afuera otros factores que influyen también en el subjetivo concepto de lo «popular».
Sí, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas está en un grave aprieto para conseguir que su afamada entrega de premios no continúe perdiendo el interés claro de las mayorías. Disney-ABC ya alzó la voz de manera clara y contundente: la entrega del Oscar está frente a la posibilidad de convertirse en un evento irrelevante. Habrá que seguir atentos a ver cuál es la solución final a un problema real.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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