Tal vez sea Enrique Peña Nieto uno de los peores presidentes que ha tenido el país en la historia reciente. Pasó de ser “reformador” y el “salvador de México”, a un político mediocre hacia el final de su sexenio que al parecer no tuvo más intensión que hacer como que cumplía con sus obligaciones –algo tipo Vicente Fox–.
Y cuando digo que ha sido de los peores presidentes, la competencia es dura para ganarse el primer puesto, ya que ahí también compite el propio Fox, Calderón, López Portillo y Gustavo Díaz Ordaz.
Comparado con los últimos cuatro sexenios (Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón), Enrique Peña Nieto pasará a la historia como el Presidente de México con la peor evaluación social, con un nivel que en los meses más críticos llegó al 10 por ciento.
Hablo solo de percepción social, cómo llegaron y cómo se van en cuanto a popularidad entre la población; pero también por los resultados, ya que Peña Nieto tuvo todo a su favor un pacto político que le permitió implementar reformas estructurales únicas en el mundo, apoyo popular, una estructura partidaria que resurgió de sus cenizas y poder, mucho poder.
Sin embargo, cayó en las garras del mal que ha puesto en agonía al PRI: la corrupción. Escándalos inmobiliarios y luego la debacle de los derechos humanos con los 43 de Ayotzinapa; miles de muertos y desaparecidos y un alza de la inseguridad, pusieron en evidencia que todo su capital político se había terminado, que lo derrochó en cuidar su imagen y perdió a las instituciones, el orden en el país y a todo un pueblo que lo apoyó.
Si bien hay que matizar sus fracasos, sobre todo en temas económicos por los factores externos que impactaron negativamente al país, sus reformas dieron muy pocos resultados y comienzan a perder peso específico; descontando la energética, que ha sido la que mejor ha caminado.
Pero a pesar de todo, no cumplió lo que prometió cuando candidato y que fue su fórmula para llegar a Los Pinos. De acuerdo al sitio Sin Embargo, de aquellos compromisos que firmó ante notario público como sinónimo de honestidad y responsabilidad, no ha cumplido ni con la mitad de ellos.
“Enrique Peña Nieto se irá de la Administración Pública Federal con 132 de los 266 compromisos firmados sin cumplir y sin explicaciones de por qué no los logró. En otros números, sólo 49.6 por ciento de toda su oferta –menos de la mitad- no fue lograda”, dice el portal.
Lo peor de todo, es que se va y dejará al país sumergido en una crisis social, de seguridad y con un crecimiento económico insuficiente, sin que haya alguna manera de hacerle cumplir con lo que prometió.
Esto es sintomático de lo que pasa con la mayoría de los políticos mexicanos, que siguen al pie de la letra el famoso dicho de que “prometer no empobrece” y no solo es bueno para ganar elecciones; sino que mientras más grandes las promesas, saben que menos responsabilidad tendrán por cumplirlas, algo que los excusa porque según ellos, no tuvieron el apoyo necesario para hacerlo.
Sin duda los tres últimos presidentes solo serán recordados –si bien les va– por ineficiencia política (en el caso de Fox), la guerra contra el narco (Calderón) y corrupción (Peña Nieto).
Seguro esto no les ha de importar, porque en su imaginario propio cada uno de ellos piensa que fue el mejor presidente de la historia de México, y que somos unos desgraciados por no agradecerles todo lo que hicieron por el pueblo y la sociedad.
Llega pues un nuevo gobierno, con promesas renovadas y ojalá –por el bien de todos– cambie esta tendencia de malos presidentes y gobernantes.
Foto: Presidencia de la República Mexicana.
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