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Acordes siniestros para invocar el más allá: «La música de Erich Zann»

Columnistainvitado

Por Sandyluz.

Así como, en general, el género terror nos lleva a remendar fobias, temblores del pasado y huellas ancestrales; las historias que inmiscuyen la edificación, la casa embrujada o abandonada nos remiten a las estructuras, paredes y moldes mentales, que nos ciñen, y nos llevan hacia herencias emocionales y lealtades invisibles. Desde la perspectiva freudiana, en las historias de terror, la casa debe contemplarse como la mente; un ahí que aloja al “ello” en su sótano tenebroso, al “yo” (deambulando cual fantasma) en la planta baja, mientras espera a “las visitas”, y al “superyó” (la mente superlativa) en el ático o azotea de la casa, donde anida y echa telarañas, encima de los deberes sociales.

En esta ocasión, he de hablarles de un cuento no tan populoso, pero sí interesantísimo y siniestro del autor H. P. Lovecraft; me refiero a “La música de Erich Zann”. Sabemos que este autor es especialista en la creación de criaturas fantásticas, las cuales tejen su conexión con los humanos, mediante la hipótesis de ser especies paranormales o primigenias. Pues en este cuento, aunado a ello, se traza la línea paralela de lo anormal con lo paranormal, cuando los oscuros seres «lovecraftianos» conviven junto con los hombres, compartiendo el mismo espacio, la misma urbe, sin que los humanos los adviertan; luego, es como si las criaturas hubieran estado antes que todos nosotros, y por ende, somos nosotros los intrusos, atrapados, cual ratoneras, dentro de nuestras propias ciudades.

La historia de Erich Zann está situada en la Rue d’Auseil y arranca cuando el joven narrador, un universitario, alquila un departamento en un edificio de cuatro plantas de dicha callejuela. Transcurre poco tiempo para que éste perciba, desde su nuevo hábitat, una música de violín, bastante frenética, apasionada y extraña. Luego, descubre que en el piso superior (asunto muy simbólico) hay un inquilino, un hombre mayor, un músico venido a menos, cuyo nombre es Erich Zann. En el desarrollo de la trama, el joven empatiza con su tímido vecino, pues le atrae el fervor de sus interpretaciones nocturnas. En el clímax, el joven narrador descubre que su vecino ha sido irremediablemente imbuido por las monstruosas criaturas, habitantes del otro lado del muro que colinda con su departamento; dichos seres aparentemente lo obligan a tocar el violín, como si con ello Zann los disuadiera de irrumpir violentamente en el mundo terrenal, frágil refugio de los hombres.

El cuento es mucho más la historia de un sitio de leyenda (con todo y su pasaje hacia el más allá), que la vida de un hombre (Eric Zann). Así, aunque en el título del cuento se implique del todo al sujeto actante, o sea, al músico Erich Zann, realmente la evolución del cuento nos lleva hacia la pérdida de la voluntad del ser humano, quien deviene en un esclavo, en un objeto adorador del funesto misterio que visita su buhardilla. Por otro lado, la estructura narrativa del relato confirma lo mismo: el cuento está narrado a partir de la historia del lugar; se sitúa al lector en el inicio de la bocacalle, para terminar, irremediablemente, y sin salida, en el ático de Erich Zann, el cual conecta con un muro de origen desconocido, que separa el mundo terrenal del mundo ultraterreno. En el desenlace del cuento, se regresa al punto de partida, con lo cual se confirma la estructura narrativa de racconto, pues el narrador intradiegético protagonista, el vecino de Zann, concluye atestiguando no haber divisado más la angosta callejuela Rue d’Auseil, donde otrora experimentó los efectos de la música de Eric Zann, como si se hubiera abierto una brecha en la tierra y se hubiera tragado todo aquel lugar, portal hacia el más allá.

Haciendo un análisis más simbólico y menos estructural del texto, ¿qué podría simbolizar que el músico estuviera alojado en el ático del edificio ruinoso, y que estuviera cavando ahí su tumba, al entrar en contacto con seres de naturaleza desconocida? ¿Acaso el autor Lovecraft abre la cabida a la noción de que el raciocinio y entendimiento profundo de las cosas nos puede develar horrores, que más vale guardar, bajo el disfraz de ingenuidad o ignorancia? Sí, de alguna manera el cuento “La música de Erich Zann” revela que, una vez que alguien tiene un conocimiento o contacto del objeto o sujeto maldito o terrible, no hay manera de evadirlo u olvidarlo. Así, haciendo una generalización, la humanidad es ingenua al pensar que tiene los dominios y la plena conciencia del universo que le rodea, donde ésta no es más que un diminuto punto, en medio de la oscuridad del cosmos, el cual alberga, quizás, diversas formas de vida; quizás, muchas de ellas infaustas; quizás, algunas de ellas residentes de la Tierra, mucho antes de la venida de Adán y Eva.

Lovecraft remarca, en “La música de Erich Zann”, que el ser humano no está seguro dentro de las casas que edifica para encumbrarse y protegerse; tampoco está a salvo dentro de las paredes de su mente, pues entre más conozca, más advertirá su pequeñez e impedimento, ante los peligros que asechan allá afuera, dentro del mismo departamento que creyó rentar y poseer, tal y como hizo el anciano Erich Zann. La música de Erich Zann era, según experimenta el joven narrador, el testimonio vivo de la ofrenda ritual que entregaba el músico a las terroríficas criaturas. Luego, al no encontrarse ya con las fuerzas para servir de retén, los seres extraños invadirían la calle y anularían a sus habitantes, hasta hacerlos desaparecer… Quizás por eso la calle nunca más pudo ser hallada. ¿Acaso trascendieron las fronteras de su muro, hasta llegar a los atolondrados humanos, quienes ni siquiera sospechan algo, en medio de sus quehaceres mundanos? Espacio vacío. Y son muchos los misterios que escapan del ático, de la casa, de la mente, del universo que abarca el limitado ser humano.

Fuente consultada: Lovecraft, H.P. «Relatos de terror. Volumen II». México: Porrúa, 2012.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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