Por Fernanda Pazarán.
Un grito de agradecimiento y otro de justicia, así es como se desenvuelve la marcha de las mujeres cada 8 de marzo en el Día Internacional de la Mujer. Agradecimiento por todas aquellas mujeres que han hecho posible que ahora tengamos derecho a voto, que podamos estudiar, trabajar, que el aborto sea legal y que podamos disfrutar del sexo porque conocemos nuestros cuerpos y existen los anticonceptivos.
El movimiento se remonta a dos sucesos en el mundo. El primero en 1857 cuando las mujeres que trabajaban en una fábrica en Nueva York organizaron una huelga para pedir mejores condiciones laborales. La siguiente fue en 1910 en Copenhague, cuando las mujeres protestaron para conseguir el derecho a votar. Fue así como miles de mujeres alrededor del mundo iban exigiendo derechos básicos e igualdad, hasta que en 1975 la ONU lo institucionalizó.
Pero entonces, ¿por qué sigue habiendo marchas si las mujeres ya podemos votar y tenemos derechos laborales? En la vida real, las mujeres no tenemos igualdad ante la sociedad y el Estado. Sigue habiendo diferencias salariales, violaciones, acoso, matrimonio infantil, discriminación y muchas otras cosas que marcan negativamente la diferencia de género.
El objetivo número 5 de la Agenda 2030 de la ONU es consolidar la Igualdad de Género, y uno de los argumentos sobre su relevancia es que una de cada cinco mujeres y niñas entre 15 y 49 años de edad, afirmaron haber experimentado violencia física o sexual, o ambas. Desde el siglo XIX el sexo femenino ha luchado por perseguir fines políticos, económicos y sociales, y a pesar de todo el avance que se ha conseguido, nos falta mucho por hacer por cuestiones como la anterior.
Lo ideal sería que rompiéramos con todos los estereotipos. No hay una manera correcta o incorrecta de ser mujer. La belleza no debe ser medida por los estándares de Hollywood. El punto es que cada mujer decida sobre su cuerpo, sobre su carrera profesional y su vida amorosa, sin que nadie diga absolutamente nada. Ese es el objetivo del Día Internacional de la Mujer y del feminismo.
De niña me gustaba jugar con Barbies por todos los cambios de ropa que tenían, porque me inventaba historias con los Max Steel de mi hermano, y porque un día podía jugar a que era una maestra y al otro día que era una diseñadora de modas. Ahora que lo pienso, su slogan fue muy poderoso en mi vida: «Sé lo que quieras ser». Estaba la Barbie veterinaria, la embarazada, la princesa, la tenista, la modelo, la doctora, y muchas otras ediciones. Todas tenían el enfoque de explotar nuestra imaginación. Pero no todas y no siempre hemos podido hacer lo que queremos por miedo a defraudar a nuestros padres, a elegir un camino diferente al de las personas que nos rodean, a salirnos del estándar social.
Ahora es el momento de reconocer nuestras capacidades, nuestras virtudes, nuestros atributos y ser libres de elegir el camino que más deseamos. Ser lo que queramos ser. Porque somos dueñas de nuestro cuerpo y de nuestra vida.
Se habla mucho sobre “el empoderamiento de la mujer”, en lo personal el término me conflictúa porque como lo hemos visto, las mujeres siempre hemos tenido poder y lo hemos usado. El libro de «La Asamblea de las Mujeres» de Aristófanes debe de estar inspirado en algún acontecimiento real; tenemos la presencia de María la madre de Jesús, de la Reina Isabel, de Simone de Beauvoir, de Marie Curie, de Nina Simone y de muchas otras mujeres más que han hecho historia en diferentes ámbitos y siempre demostrando su poder. Para mí, no ha sido que alguien le diera el poder a alguna de ellas, sino que sus habilidades las hicieron notar. Los movimientos feministas consiguieron que las mujeres tuviéramos derechos ante la ley; el poder ya lo tenían. No se trata de empoderar, sino que cada persona trabaja para conseguir lo que quiere.
El sentirnos bien depende de cada persona, en el caso de las mujeres: cuando nos hacemos un cambio de look, cuando usamos un vestido, cuando logramos algo, cuando nace nuestro hijo, cuando tenemos el trabajo que queremos. Los ejemplos son diferentes para cada mujer. Lo que consiguió el movimiento feminista fue que el estado nos reconociera como iguales y con la capacidad de hacer lo que sea que queramos.
También es un movimiento que incluye a los hombres porque somos interdependientes. Romper los estereotipos también les corresponde porque ellos también pueden ser lo que quieran ser. No existen las cosas de niños y de niñas, excepto por el embarazo, aunque también involucra a dos personas (incluso a más); pero el punto principal es que haya libertad para todos y reconocimiento legal sin importar nuestras diferencias. Todos somos únicos y eso es maravilloso, por eso hay que ser tolerantes y respetuosos.
Finalmente, el feminismo ha conseguido derechos e igualdad ante la ley en muchos aspectos. Falta mucho por hacer en México como la legalización a nivel nacional del aborto, igualdad salarial, que las mujeres nos sintamos seguras en las calles sin importar la hora, combatir el acoso en todas sus representaciones, que la religión deje de ser una restricción para muchas cosas y el machismo (que también es practicado por las mujeres).
Les recomiendo el documental “She’s beautiful when she’s angry” en Netflix, pues explica el desarrollo del movimiento feminista en la sociedad estadounidense de los 60. Espero que consolidemos que todas las mujeres del mundo tengan la libertad de elegir lo que pasa en su cuerpo, en su carrera y con sus relaciones. Gracias a las feministas que consiguieron que hoy tengo la libertad de escribir sobre esto y felicidades a todas las personas que buscan una sociedad igualitaria, justa y sin estereotipos.
Foto: apcwomen.
Fernanda Pazarán / #ConcienciaRCMX. Soy estudiante de Relaciones Internacionales. Soy ambientalista, con una ideología liberal y de izquierda. Estoy convencida de que el mundo puede mejorar y que el cambio lo hacemos cada uno de nosotros. Me gusta escribir de todo tipo de temas, pero tengo una preferencia mayor por los temas políticos tanto nacionales como globales. Siempre hay un elefante en la habitación del que se tiene que hablar. He participado en diferentes eventos diplomáticos y políticos.
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