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Por Elizabeth Aguilar Quintana.
Hijo mío, ¿por qué sucumbes ante el temor?
¡Quién ha osado apagar tu espíritu guerrero!
¿Por qué miras con desdén a quien podría ser tu hermano?
¿Por qué niegas tu ayuda a quien te extiende la mano?
¿Dónde quedó mi hijo, donde lo has dejado?
Quien sin duda por mi su vida habría ofrendado,
veo que tu espíritu no se ha extinguido ,
tu codicia lo ha apagado,
olvidaste tu misión y tus recursos has agotado.
Qué puedo pedirte, si de mi te has olvidado,
y costumbres extrañas tú has adoptado.
Me vez derrumbarme y en vez de ayudarme,
corres a buscar dónde refugiarte.
Quisiera tenerte siempre a mi lado,
pero nada puedo hacer, si de mi te has desilusionado.
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