La bella Oaxaca

Por Meraz (de Los Weeds).

El fin de semana pasado fui a la bella ciudad de Oaxaca, tenía tiempo que no pisaba esas tierras. Fue grato disfrutar de los olores, colores y sabores de esa tierra de nuevo, pero sobre todo de gozar de la música que se escucha en las fiestas previas a la Guelaguetza.

La bella Oaxaca.

El primer día fui a comer al mercado, después para hacer digestión me dirigí a una cantina muy antigua que se encuentra en la parte céntrica de Oaxaca, ahí pude disfrutar de canciones de José Alberto Jiménez, Agustín Lara y otros grandes compositores de México. Más tarde me dirigí a las calles a deambular por los coloridos puestos de comida y de artesanías. En una calle vi  a los hippies  danzar al ritmo del tambor y  distintas percusiones, tenían una gran audiencia aglomerada observándolos.

Decidí irme a descansar un rato, mientras entraba la noche. Ya a la luz de la luna, con tremendos cuetazos que parecían bombas y que me asustaban muy a menudo, llegué a la iglesia del Carmen del Alto. Ahí tuve la suerte de contemplar una  las experiencias más ricas. Observar a las Monos de Calenda de diferentes tamaños bailar al son de la tambora me contagió de alegría. Había calendas sostenidas por niños y las más grandes de 7 metros de alto las traían adultos; me sorprendió la creatividad que tienen para crear esos diseños tan peculiares. Bailaban con gran ímpetu. La música de tambora era interpretada por instrumentos de aliento de metal y el característico bombo y tarola. Siempre con canciones alegres y muy bailables.

El segundo día fui al Café Central, un lugar muy agradable donde la comunidad extranjera va a bailar y a pasar un buen rato. Ahí me dio risa cómo mexicanizaban en las tornamesa canciones de Michael Jackson y de otros artistas internacionales, mezclándolas con letras en español y ritmo de cumbia. Esa noche agarré buen estado con varios mezcales bastante fuertes, ya que después de varios ya no calan.

El último día vi un espectáculo de juegos pirotécnicos en el zócalo que me dejó realmente impresionado, era una torre inmensa, con distintas formas de juegos pirotécnicos que divirtió y asustó a uno que otro con las diferentes figuras que se podían observar. Hubo algunos percances con 2 juegos pirotécnicos que se salieron de control. Pero lo más bonito fue ver los fuegos artificiales explotar en el cielo y desvanecerse en diferentes colores y formas.

Este viaje a Oaxaca me dejó un buen sabor de la rica y diversa cultura que existe en nuestro país, Oaxaca sin duda es un lugar místico lleno de fiesta y arte.