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Por Erika G. H. Abrego.
Ilustración María José Flores Lozada.
Llegó con un vestido rojo, como todas las mujeres destinadas a romperte el corazón. Yo debí huir en cuanto la vi, alertado por el rojo. −Detente, no pasar, precaución, el piso está resbaloso y todos los demás letreros que me apremiaban a escapar, a hacerlo pronto−. Pero no hice caso, creí que ella no me haría daño.Como Eva pensó que una manzana no podría lastimarla o los pasajeros del Vuelo 815, pensaron que un avión no podría caerse.
Lo cierto es que el avión se cayó y la manzana terminó mordiéndome como hacen las serpientes.
El vestido era quizá lo de menos, estoy convencido de que todas las mujeres tienen uno así y cuándo están listas para capturar a sus presas, se lo ponen y salen a la calle, dispuestas a robar corazones. El vestido sólo era rojo, de una pieza, sin mangas y tan apretado que podría haberse usado como uniforme de gimnasia (o de alguna súper heroína), marcaba su figura y obligaba a sus nalgas a destacar. No es que fueran poco notorias, para empezar, pero ahí, aprisionadas en la tela roja, parecían las nalgas de una diosa: Afrodita, Venus, Eva, María Magdalena, Sofía Vergara, Penélope Cruz, Eva Longoria, algo así; ella era todas esa noche, sus nalgas eran las nalgas de todas.
Si la hubieran visto, ustedes habrían hecho lo que yo, hablarle. No le invité un trago, no caminé hacía ella con una línea preparada entre mis labios, no dije:
-“Hola, guapa, ¿quieres hablar un rato?”
No, el caso es que ella llevaba un libro y uno que me era muy familiar. Yo lo había escrito. Esto suena irreal, lo sé, pero podrían ponerme en un detector de mentiras (o frente al tipo de Lie To Me) y cualquiera de los dos les diría la verdad: no estoy inventando nada.
La salude. Le pregunté qué si había disfrutado la lectura de su libro. Me dijo que no, pero que aún no lo terminaba, y no le gustaba juzgar hasta llegar al final. Le dije:
-Me llamo Iván Carteza-. Ella me miró, seguro intentando averiguar si yo le mentía o no. Ella miró la portada de su libro y sonrió. Una sonrisa que de seguro copió de su madre (su madre era enfermera, esto lo supe después) y que me hizo sentir, inmediatamente, seguro. Sí, yo había llegado al lugar indicado. Abrió el libro y se asomó a la solapa. Yo sabía, por supuesto, que ella estaba analizando la fotografía del autor y decidiendo si en verdad me parecía a él.
-Eres escritor-, determinó.
Su rostro fue iluminado por alguna lámpara del local, mientras lo decía, sus labios estaban húmedos, como si acabara de pasarse la lengua sobre ellos. Quise morderlos. Para este entonces, yo todavía no había visto las nalgas, así que me conformaba con observar sus facciones. Era guapa, no linda.
Uno no puede llamar linda a Eva Longoria o a Sofía Vergara, ¿o sí? Pero sí guapas, suculentas, exquisitas. Yo no sabía como convencería a esta deliciosa mujer de irse a la cama conmigo, pero sabía que tenía que lograrlo.
-Eso hago,- le dije.
-¿Qué más has escrito? Por que déjame decirte que…
Y se acercó a mi oído, antes de terminar su frase. Susurró:
-esto es una mierda.
Una hermosa mujer que odia mis libros. Pude haberme dado por vencido en ese momento. Sonreír, salir del bar e irme a buscar a mis amigos, pero ella siguió hablando.
-¿Qué? ¿Nadie más te lo había dicho antes? En verdad es una mierda. Los personajes son sosos y planos, la historia es exasperante y este cabrón, -abrió el libro una vez más.
-Julián es un idiota. Tanto llorar y quejarse y no sé da cuenta de nada. Es un completo imbécil. Si algún día conozco a alguien así, tendré que darle un golpe en la cabeza y despedirme de él.
-¿Estudias literatura?-
-No, claro que no, pero leo, leo lo suficiente para decirte que si esto no mejora para cuando llegue el final, se lo regalaré a mi peor enemigo.
En ese momento pedí un Whisky con Ginger Ale. Ella bebía algo con Vodka que aún no se terminaba. No sabía que contestarle. Julián, por supuesto, era yo mismo. Es decir, estaba tan cerca de ser yo mismo, le gustaban todos los libros que a mí y bebía Whisky del mismo modo que yo. Ella se levantó para ir al baño. Ese momento habría sido el ideal para irme. Escapar del avión, la manzana, pero para ese entonces ya había visto sus nalgas, las nalgas de Eva Longoria y Sofía Vergara, las nalgas y sus caderas que oscilaban, como si cargara un imán en ambos extremos. Después de verla así: nalgas, caderas y vestido rojo; ya no había forma de que yo pudiera huir de ella, y, estoy seguro de que cualquiera de ustedes habría hecho lo mismo;quedarse.
Tomé su libro, mientras no estaba ahí y lo firmé. Me termine el whisky de un trago y pedí otro. Ella volvió, sonrío de nuevo con esa sonrisa de hogar. La sonrisa que recibes de tu madre después de irte lejos un tiempo y volver a ella, esa sonrisa.
-Me llamo Julia. Lo siento, si te ofendí, es sólo que nunca había tenido frente a mí a un escritor para reclamarle por todo el daño que me hace leerlo. No sé si me entiendes. Debe escribirse cuando habla el interlocutor natural del dialogo
-No te preocupes, no estoy ofendido.
La verdad es que no estaba ofendido ni un poco, sólo quería que ella siguiera hablando, estaba seguro que en algún momento se me ocurriría alguna frase perfecta para conquistarla.
-La verdad es que no odio tu libro.
-No te creo.
-En serio. No lo odio, pero sí odio a Julián. Me hace llorar. Es como de esos hombres a los que debería tenerles miedo, de los que debería huir.
En ese momento, me doy cuenta de lo que sucede. Ella sabe quién soy yo. Sí Iván, pero también Julián. Seguro lo adivinó por culpa del Whisky.
-No te vayas.
Ella toma el libro, paga su bebida y me da un beso en la mejilla.
-Mejor sí, Julián. No tengo tiempo que perder. Allá afuera, -señala, como si yo no supiera que es el mundo fuera del bar -tengo cosas que hacer, si me quedo aquí, me temo que ya nunca podré huir y todavía no quiero quedarme.
-¿Volverás?
-Sí, Iván, cuando sea tiempo, volveré.
Ella sale del lugar, moviendo las caderas, como cuando fue al baño. Yo la observo, observo a Eva alejarse de mí. Ella es más lista que yo, o al menos es mejor huyendo.
Editado por Lino Arroyo.
Hola, considero que es una historia leíble, no es lo más genial que he leído pero es buena. Deben de checar bien la edición, es pésima, tiene grandes errores de redacción y faltas de ortografía,la base de un gran cuento es la limpieza en palabras y signos de puntuación; si no se corrige al editarlo y revisarlo pierde su valor el cuento y en verdad que esa historia podrían sacarle más provecho. Bueno, es mi humilde opinión.
Saludos, Libeli.
Saludos. Gracias por tu comentario. De verdad tomaremos en cuenta lo que nos comentas. ¡Saludos!