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Por Elizabeth Aguilar Quintana.
Existe un debate entre los Derechos Humanos Universales y los “valores asiáticos”. Unos argumentan que los derechos individuales, los cuales son resultado de todo un proceso histórico en la lucha por la abstención del Estado de interferir en el ejercicio y goce de los derechos humanos, es el modelo por excelencia para lograr el desarrollo económico, social, cultural y ambiental de las sociedades. Los derechos universales en el entendido occidental fomentan el individualismo y el desarrollo del ser humano en todas sus capacidades, promueven la dignidad y el valor de la persona humana, así como la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
En los gobiernos occidentales existe la premisa de que el proteger la vida, la libertad, la integridad física, promover la protección de la propiedad privada e incentivar el crecimiento de cada individuo, esto aunado a la protección de los derechos político electorales, traerán consigo la prosperidad de una nación sin importar los rasgos que anteceden a la misma. Un modelo de seguridad para los individuos que al igual que la democracia debe imponerse para incentivar el progreso social y elevar el nivel de vida de todos los pueblos.
Ante ese futuro prometedor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que se plantea acabar con la barbarie para traer consigo libertad, paz y justicia, nos cuestionamos la efectividad de los mismos en la aplicación a las distintas comunidades alrededor de todo el mundo e incluso en la aplicación de los mismos en los países fundadores de la Declaración.
En el discurso de algunos promotores asiáticos como Tommy Koh, ex – embajador de Singapur en Estados Unidos, los valores asiáticos se encuentran entendidos como progreso económico y disciplina social. Según su perspectiva, los valores para el progreso son aquellos que no creen en el individualismo; buscan equilibrar sus intereses con los de la familia y la sociedad, creen en las familias fuertes, tienen ansia de aprender, piensan en la economía y moderación, se esfuerzan en el trabajo e impulsan ese espíritu de trabajo en equipo. El gobierno para ellos debe preservar la seguridad y el orden, así como garantizar la satisfacción de necesidades básicas, como trabajo, educación y salud, mientras que los ciudadanos por su parte deben respetar al gobierno, trabajar duro, economizar y fomentar la educación de sus hijos.
Frente a un escenario tan contrastante podemos recordar lo que Kant enunciaba respecto a la minoría de edad en la que viven muchas personas y esa transición a la mayoría de edad con todo lo que implica autogobernarse; si bien el papel del Estado es importante para el ejercicio de múltiples tareas, la participación de los ciudadanos en la construcción del país es fundamental. Sin embargo la prosperidad colectiva no está peleada con la prosperidad individual, ya que si prospera una persona, y ese fenómeno se replica, prospera un país, no solo un individuo. La disciplina obligada es menos efectiva que la obediencia por consenso y esa es una da las razones por la cual los derechos universales y los valores comunitarios no deberían estar divorciados y muchos menos entablar una discusión frente a la eficacia de los mismos. Si bien cada comunidad tiene una conciencia y memoria colectiva, el respeto de la vida, la libertad o la justicia no debería verse entorpecido por la forma de ejecución.
Para el gobierno y las costumbres no existe una fórmula perfecta de ejecución; no lo es ni la occidental ni la oriental. Cada gobierno establece según sus costumbres el gobierno que más le favorece, ya que la imposición solo trae consigo desgracias y muerte para los habitantes, no es el qué, es el cómo en la ejecución y la existencia de los derechos humanos.
Los valores y derechos no es lo mismo, al igual que derechos no es lo mismo que garantías. Las garantías son la “garantía” de la protección del derecho, y los derechos es esa esfera de protección contra las acciones de un Estado, mientras que los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento y que dependiendo del contexto social cada quien ostenta valores distintos, mismos que no deberían estar peleados con los derechos en las comunidades.
El hecho de que en una comunidad se promueva la colectividad para la cooperación, no implica que por ello el derecho a la vida no deba estar tutelado, o que se busque la justicia o la libertad. Los derechos deben establecer una relación armónica con los valores de cada comunidad, no un debate de existencia, sino una formula de aplicación única para cada pueblo. Del bienestar de los ciudadanos, deriva el trabajo y progreso de las naciones.
Del discurso y la demagogia solo se deriva muerte sin importar que sea occidental u oriental, la violación de los derechos fundamentales desafortunadamente se ha dado, tanto en la “democracia” como en el autoritarismo, la extinción de las culturas y las costumbres en pro de la modernidad es una masacre a nuestra memoria histórica y el recuento de la humanidad. Los derechos humanos no deben ser un pretexto para la intervención, deben ser un motor para el desarrollo sin importar la forma de organización o de desarrollo de las comunidades.
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