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Por Elizabeth Aguilar Quintana.
La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos. [1]
¡Viva la epidemia del pesimismo en México! ¡Viva la corrupción y el clientelismo de los partidos! ¡Viva la fuga de cerebros y la violencia! ¡Viva México, viva México!
México vive enfermo de conformismo y pesimismo, muchos de sus mejores elementos prefieren abandonar el barco como ratas cuando se hunde. Qué importa el tráfico de influencias, qué más da darle “pa el chesco” al oficial con tal de que no se lleve tu auto. Los mexicanos vivimos en un país rentado, donde aparentemente nada es nuestro y no tenemos porqué cuidarlo, para qué si es propiedad del partido en turno, de un grupo religioso, de liberales o conservadores, de dictadores, de todos menos de nosotros los mexicanos.
Esos son los festejos de nuestra independencia, ese es el orgullo de ser mexicanos. Pero, ¿por qué? Desafortunadamente vivimos en un país donde no logramos confrontar nuestros problemas, la culpa es de todos menos nuestra. Somos espectadores del fracaso, nuestra actitud inhibe el cambio, no un cambio demagogo de campaña electoral, un cambio verdadero.
Nuestra tarea es asaltar al país con nuestras ideas y acciones, desencadenar las mentes de nuestros jóvenes, nosotros somos el presente y futuro de México. Debemos obligar a México a parir mexicanos orgullosos de una prosperidad fruto del trabajo duro y la responsabilidad compartida. La transformación del México que queremos empieza por la transformación de nuestras acciones. Mexicanos responsables que toman decisiones informadas, que favorecen la transparencia y que buscan que el desempeño de sus labores sea honesto, recto y lo más eficaz y eficiente posible.
La minoría de edad debe quedar atrás, ese Estado paternalista que ofrece caridad y falta de educación a cambio de la incuestionable obediencia debe morir. Ese lenguaje de esclavos debe traducirse en un lenguaje de líderes con metas claras y propuestas reales. El gobierno se conforma de empleados que nosotros los ciudadanos contratamos, ¿por qué no exigirle cuentas de su desempeño y uso de nuestros recursos?
Nuestro único recurso no es esa gallina de huevos de petróleo, lo más valioso que México tiene es su población, sus jóvenes, nosotros, mentes brillantes que deben exigir y crear oportunidades. La burbuja macroeconómica que vivimos no alcanza a cubrir las necesidades de los más pobres. Pero el rezago no lo soluciona la caridad, lo soluciona la educación y ese ánimo de nosotros los mexicanos por hacer un cambio. Dejemos de vivir en la cubeta de cangrejos, en la que entre nosotros nos jalamos para atrás.
[1] Enrique Múgica Herzog, político español.
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