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Por Jorge González.
Sobre lo sucedido hace ya casi dos semanas en Monterrey, se han escrito incontables opiniones y análisis sobre las responsabilidades e implicaciones del acto o simplemente sobre el sentir general de la población. Sin embargo pocos se han detenido a ver la división en la sociedad ante la tragedia.
Es sorprendente como en el momento de mayor crisis, la vulnerabilidad de todos se nos presenta en la cara. Cuando el miedo solamente se supera por la indignación y dolor por el país, nuestras profundas divisiones salen a flote.
Más allá de los ataques, duele que no podamos ni siquiera ponernos de acuerdo para indignarnos, que no seamos capaces de escuchar al otro con humildad buscando las coincidencias. Nos perdemos en nuestra constante necesidad de imponer nuestra visión y sólo destacamos las diferencias en los discursos que no nos pertenecen.
Un día después del ataque, el Presidente se presentó ante los medios para explicar lo sucedido, señaló culpables e hizo un llamado a la unidad de los mexicanos. La respuesta social fue ilustrativa al reflejar que la mayoría de las voces se oponían a esa petición. Las críticas al Presidente no querían tomar el llamado como una oportunidad de trabajar juntos por una situación que no conviene a ninguna de las partes, ni podían.
La sociedad sacó a relucir su polarización, como se pudo leer en las redes sociales, que en el caso de Twitter llevó la discusión de unos sentires con #fuerzaMonterrey apoyando a los desafortunados, así como por el otro lado en favor del presidente con #yoapoyoaCalderón y otros distantes como #tiposdemuerteparaCalderón. Ahí nuestra tragedia.
Nos quejamos de un presidente que ve el conflicto en blanco y negro, y nuestra miopía es aún peor. Entendemos por oposición a la crítica sin sentido de todo lo que provenga del otro, y no como una oportunidad de construir juntos. Nada más fácil para explicar nuestra tragedia, es la imposibilidad de reconocernos como responsables, de nuestra capacidad para apuntar a los culpables con los dedos.
Editado por Lino Arroyo y Enrique Figueroa.
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