En México hay muchos que se denominan guadalupanos antes que mexicanos… y cuando digo muchos me refiero a muchos. Las celebraciones a Nuestra Señora de Guadalupe convocan en estas fechas de diciembre a aproximadamente 6 millones de peregrinos en la ciudad de México; para que se dimensione mejor la cifra, el INEGI calculó en 2010 a la población de la capital en casi 9 millones de habitantes.
La historia es por demás conocida; fue un 12 de diciembre de 1531 cuando al indígena Juan Diego (hoy santo) presentó ante el Obispo capitalino, Juan de Zumárraga, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Diez años habían pasado de que la invasión española se había consumado en lo que alguna vez fue Tenochtitlan, y en ese momento con la aparición de la también llamada Vírgen Morena, parece que finalmente se podría hablar del nacimiento de una nueva Nación.
De acuerdo a la crónica de Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de la Nueva España, en tiempos prehispánicos ya se hacían ofrendas a una diosa en «un montecillo que llaman Tepeacac y que los españoles llaman Tepequilla» (hoy conocido como Tepeyac por los mexicanos). Si bien es un poco confuso conocer el nombre de la deidad a la que se le rendía culto, pues Tonantzin vendría siendo mas bien una especie de equivalente contemporáneo a Nuestra Señora, lo que es claro es que se le rendía a una figura femenina que no sólo atraía la visita de habitantes en la cuenca de México, sino también de alrededores.
Puede que el surgimiento de Nuestra Señora de Guadalupe se ligue a la denominada conquista espiritual que emprendieron tan bien los primeros franciscanos en la entonces Nueva España, sin embargo, lo que sí es claro es que los nuevos habitantes de la región adoptaron a la figura mestiza como un símbolo de unidad; tanto así que en las primeras crónicas de los movimientos independentistas en estas tierras se cuentan historias que enfrentaron a La Guadalupana como una auténtica insurgente, contra la más española Vírgen de los Remedios, en su momento símbolo inequívoco del Ejército Realista en Nueva España.
Podría ser visto como temerario el afirmar que la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es un símbolo más unificador que los propios símbolos nacionales (bandera, escudo e himno), sin embargo creo que no me equivocaría en ello, ya que las festividades reúnen a una impresionante cantidad de creyentes que sólo se supera en el mundo católico por las visitas a la Santa Sede.
Fuentes.-
De Sahagún, Bernardino (1999). Historia General de las cosas de la Nueva España. «Colección sepan cuantos…». Editorial Porrúa. México, D.F., México.
Gruzinsky, Serge (1994), La guerra de la imágenes. De Cristóbal Colón a «Blade Runner», Fondo de Cultura Económica, México.
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