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Estoy de vacaciones en una playa no muy turística y estoy descansando de lo más agradable; ya me hacía falta salirme de la ciudad de México. La vibra del mar y de la gente es pura y llena de buena onda. El clima es perfecto, ni mucho calor, ni mucho frío. Cálido el ambiente.
Disfruto dormirme y levantarme con el sonido de las olas rompiendo en la costa; solo percibo ese sonido la mayoría del tiempo. Durante el día me doy una vuelta por el amigable pueblo, en donde la gente sonríe; no hay espacio para la tensión ni las malas vibras. La comida es diversa y fresca. Probé una bebida que se llama raicilla, con un par de caballitos de esa bebida viajas a otro espacio y tiempo. ¿Qué puedo decir de los atardeceres rojizos casi encandecentes? Funden las miradas.
He tenido tiempo de escribir, de componer un par de ideas para futuras canciones y he leído mucho. Ha sido un tiempo para cultivar el espíritu y salirme de la rutina; los momentos de meditación y buenas charlas se dan solos. Estoy poniendo en práctica la tarea de disfrutar el momento.
Viene fin de año y solo sé que se arma una buena pachanga en la playa; a ver qué sucede, que todo fluya.
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