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Por Aranzazú Martínez Galeana.
Hace poco más de dos meses que Enrique Peña Nieto asumió la presidencia, y pese a mi negativa de considerarlo a la altura, las cosas están cambiando. O bueno, al menos eso parece. Sí, puede sonar sumamente prematuro pero, al menos, superficialmente los encabezados han dejado de ser tan dramáticos como el sexenio pasado y en las noticias –de televisión abierta- se percibe un aire de optimismo francamente contagioso pero también insultante. Personalmente considero que existe una delgada línea entre buscar inyectar esperanza a una población desesperanzada y harta de una clase política desorientada y avariciosa, y el simular realidades que en lugar de dar dirección, la esconden.
Para muestra, el legado dejado por el gobierno calderonista en materia de Derechos Humanos. El balance en este tema es contundente más allá de que las cifras tienden a variar de fuente a fuente (por ejemplo, según datos de Organizaciones de la Sociedad Civil, se han contabilizado 80,000 muertos, 250,00 desplazados de manera forzada, 30,000 desaparecidos, 20,000 huérfanos y 5,000 niños asesinados). Y siguiendo la idea del presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Raúl Plascencia Villanueva: “Lamentablemente, todos los indicadores se fueron a la alza en materia de violaciones a los derechos humanos y esto será algo que el nuevo gobierno deberá tomar muy en cuenta, para prevenirlo”. ¿Pero en verdad se está buscando prevenir o al menos saldar las cuentas pendientes dejadas por la administración pasada?
Organizaciones como Amnistía Internacional, la Organización Mundial contra la Tortura, el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, la Association for Women Right’s in Development y Artículo 19 consideran que no se ha hecho lo suficiente. En el caso concreto de las fallos contra México emitidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en especial aquellos que involucraban violaciones por parte de las fuerzas armadas y que no fueron acatados en su totalidad), el presidente Enrique Peña Nieto no ha realizado comentario alguno. ¿Mi apuesta? No lo hará a corto plazo porque la frágil puesta en escena que ha buscado transmitir desde su campaña es demasiado perfecta y esperanzadora para ser manchada por temas “colaterales” como los Derechos Humanos.
La gravísima situación que dejó Calderón simple y sencillamente no puede ser minimizada ni menos aún disfrazada con promesas vacías, reflectores con el sello de la televisora de San Ángel y un discurso acartonado digno de una telenovela de los cincuenta. México más que ser una ficción que se empeña en ser limitada al libreto priísta, es un país impregnado de una realidad abrumadora que necesita acciones concretas y no una propaganda mediatizada y errónea. Una de las posibles alternativas que como ciudadanos tenemos es la exigencia de una rendición de cuentas certera. Ésta no debería ser únicamente realizada desde un gobierno que es juez y parte, tendría que ser promovida desde la sociedad civil ya que las heridas continúan demasiado frescas para simplemente cambiar la página o prender la televisión y ser bombardeados de un mundo de color rosa que hace mucho que distó de serlo. Hagamos un esfuerzo excepcional y neguémonos a aceptar una realidad pintarrajeada de falsedad. Vayamos en contra del precepto que reza que en México no se tiene memoria, porque tenemos y mucha.
Cuando las nuevas generaciones descubran todos los parches que se encuentran debajo de las plastas de pinturas conque las autoridades actuales ocultan nuestra realidad, entonces se darán cuenta de la necesidad de ser uno mismo como país, autónomo e independiente, solo espero que no sea demasiado tarde,solo espero que lo tóxico de la pintura no nos enajene totalmente y podamos ser regenerados.
¡Muchas gracias por tu comentario Rolando!