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Por Alejandro Rodríguez.
Los fines de semana suelen ser los días ideales para salir y convivir con la familia. A pesar de la gran cantidad de actividad que se tiene en las calles (parecido a un día laboral, pero en este caso no existe el estrés de llegar a tiempo a seguir órdenes) uno de los lugares más visitados es el Centro de la Ciudad de México; sí, ese que hace mucho tiempo era un cuadrado con muchas pirámides de nombre Tenochtitlan.
El nombre de Templo Mayor es muy usado entre los mismos ciudadanos para dar una referencia de alguna dirección; algunos saben que es un museo, donde muchos extranjeros no pierden la oportunidad de su primera salida a “turistear” a las ruinas de la civilización mexica de aproximadamente del siglo XIV.
El coloso de Seminario Num. 8 en la colonia Centro, abre sus puertas alrededor de las 9 de la mañana aunque realmente el primer contacto con el museo ocurre tiempo después debido, entre otras cosas, a muchos problemas como lo es la llegada al mismo; los empujones del metro, la plancha del Zócalo utilizada por las Fuerzas Armadas, algún buen ciudadano que te ofrece una limpia a cambio de unas monedas, ver a la “chueca” catedral, así como los clásicos enviados del “machetearte” que emulaban todos juntos a algo así como una carrera de obstáculos.
El Museo entonces saluda de inmediato con la seguridad, dejando en claro que los líquidos ya no seguirían acompañando, muy a pesar del calor que ya estaba atacando en la ciudad. Para los estudiantes el costo con credencial es nulo, sin embargo para los que no tienen esa suerte, deben dejar una suma de 57 pesos para poder ingresar. De ahí lo primero que se ve es el a la diosa lunar, Coyolxauhqui, quien en febrero de 1978 gracias a una excavación de la Compañía de Luz y Fuerza, accidentalmente fue la responsable de este proyecto que ha estado en constante desarrollo hasta nuestros días.
El recorrido de las ruinas está marcado de antemano para que la gente no se acerque a las ruinas pero pueda ver todo lo que se ha encontrado; se permiten fotos siempre y cuando no tengan flash. El destino final es el museo del recinto, edificio que se encuentra al pasar la zona arqueológica. Es así que se inicia un extraño viaje en el tiempo, en donde mientras más se camina entre las lecturas y el panorama, a uno lo hacen sentir el ambiente de encontrarse en el edificio más importante de la vida política, religiosa y mitológica de los mexicas; un ambiente que se interrumpe al mover la vista o agudizar el oído con el sonido de algún claxon que te recuerda que no estás en los años prehispánicos sino en una ciudad con personas con problemas nerviosos.
A pesar de tener un recorrido establecido, la zona arqueológica no está precisamente en “orden” pues algunas partes se descubrieron dentro de las primeras etapas y otras más adelante, motivo por el cual no se duda que próximamente con las nuevas investigaciones, el templo pueda encontrar más hallazgos, muchos de ellos que serán exhibidos en el museo. Esto se puede ir conociendo a través de las placas que se colocan en ciertos puntos del camino, lo cual se hace todavía más interesante, pues las lecturas son tanto en español como en algún otro idioma, y es que por un momento parece que se trata de una reunión internacional discutiendo un tema que le afecta al mundo entero.
Así el recorrido puede ser tan corto o largo como se desee, pero como antes se mencionó dentro de éste, el tiempo pasa tan rápido que te consume para visualizar todo; espacios de adoración, agricultura y uno especial en la parte sur para Huitzilopochtli. El Templo además sufrió siete ampliaciones por sus cuatro lados y hay cinco expansiones para su fachada principal.
El final del recorrido lo muestra una pared gigantesca con grabados de unas cartas, las cuales son de los conquistadores exponiendo todo lo que el Templo Mayor representaba, dejando ahí la atmósfera prehispánica para dar paso a otro proceso un poco más lento: el hallazgo. La siguiente etapa es observar los hallazgos de piezas que se han encontrado a lo largo de 25 años de investigación, misma que inició gracias a Matos Moctezuma, quien creó el programa de Arqueología Urbana.
El museo te regresa al futuro. El proceso de observación debe ser aún más agudo y el conocimiento es lo que reina más allá de sorprenderse por aquella arquitectura, que, inexplicablemente es mucho muy perfecta para el tiempo en el que se vive e incluso para muchas personas que hoy se dedican a la construcción de edificios.
Este anexo a las ruinas tiene vida desde 1987, y adicionalmente es un recinto que ofrece conferencias, ciclos de cine, exposiciones, talleres, música y teatro, todas ellas con el tema central de la cultura mexica y todo lo que ésta representa.
Así es que el reloj marca las 17 horas, tiempo en el que todo ese lugar descansa para esperar nuevas visitas al día siguiente, para sumarse a los más de 13 millones de visitantes que hasta hoy han acompañado al Templo Mayor, o sólo una parte, pues día a día al caminar por el centro estamos sin querer recorriendo historia colonial sí, pero también esas raíces que como las ruinas, muchos las tenemos enterradas.
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