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Por Ana Escárcega.
Una ceremonia glamurosa como siempre, con un delicioso giro musical.
Este año la Academia decidió hacer un homenaje a los musicales, ese género un tanto satanizado por los «grandes» críticos. Pero un verdadero cinéfilo sabe que los musicales también forman parte de esta maravillosa fábrica de sueños y qué mejor manera de darle este giro a la solemnidad de la ceremonia, que con la conducción de Seth McFarlane, a quien conocemos por series como Padre de Familia y su muy exitosa cinta Ted. Si a esto sumamos el anunciado homenaje por los 50 años de James Bond… Era una combinación ganadora.
Desde la clásica y obligatoria alfombra roja, (que aunque lo niegues, todos sabemos que la viste y en E!) se dejaron ver algunos spoiler alerts sobre lo que veríamos más adelante, como a la guapísima Catherine Zeta-Jones con su número de All that jazz de la película Chicago, quien nos recordó lo que significa ser una «artista» en toda la extensión de la palabra.
Así pues, sucedió una ceremonia de entrega de premios como las demás: políticamente correcta, pomposa, elegante, simpática y que no dejó insatisfecho a casi nadie.
La que ya nos sabíamos: Amour de Michael Haneke como mejor película extranjera.
La que nos puso la piel chinita: El número musical de I dreamed a dream con el elenco de Les miserables.
La que nos hizo reír: La secuencia cómica del principio con Seth McFarlane y el capitán Kirk (y los números musicales cómicos que se merecían un Oscar per se).
La que nos hizo llorar: Life of Pi. Sí, acéptenlo, lloraron porque Richard Parker no se despidió.
La sorpresa: Vamos, ¿en serio les sorprendió algo?
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