Exiliado en Estados Unidos por dos años, ansioso de pelear en Europa y luchar junto a los aliados, Antoine de Saint Exupéry vivía tristemente en Nueva York mientras se enteraba desesperado de los infortunios que pasaban los franceses. Era 1942 y la Segunda Guerra Mundial se encontraba en su apogeo. Enfermo, después de varios accidentes aéreos que vivió en su vida, de Saint Exupéry nunca se adaptó a la hoy ciudad de los rascacielos; extrañaba su patria, extrañaba Francia.
En medio de esa melancolía el autor y aviador francés dedicó varias horas a escribir y dibujar. Los trazos animaron su estadía en Manhattan y posteriormente en Newporth, creando así los primeros pasos de un libro al que sería muy injusto catalogarle sólamente como literatura infantil o juvenil. Los dibujos de un muchacho de cabello rizado y rubio serían el antecedente de uno de esos libros que es inevitable no leer. Fue la editorial Raynal & Hitchock de Nueva York la que publicaría la historia en francés y en inglés. Le petit prince vería así la luz.
El éxito del libro no podría conocerlo el piloto francés, ya que el 31 de julio de 1944 de vuelta a la actividad militar, su avión desaparecería para llevarse así al padre del principito. Sus palabras, sus acuarelas, perdurarían sin embargo con el paso del tiempo convirtiéndose en una de las historias más entrañables de la literatura francesa y universal. Su personaje sería un ícono y su historia una lección de vida.
La vida de Antoine pudo haber terminado en una accidente aéreo, pero el principito que creó llevaría experiencias del autor que lo volverían inmortal. De sus viajes por Sudamérica provendrían los volcanes, de su paso por África los baobabs y su historia con el zorro de cuando adoptó uno en su estancia de Cabo Juby. De su pasaje de la rosa se asume que vació la difícil relación que vivió con su esposa, sobre todo en Nueva York, cuando los problemas que cargaban se acentuaron y complicaron. La historia que creó de Saint Exupéry está llena de belleza, de soledad, de nostalgia.
De las curiosidades se extraen entre otras el que Antoine decía que no sabía dibujar, y por ello, sus acuarelas le tomaron inclusive más tiempo que el texto mismo. Además, su libro se publicaría en Francia después de la muerte del autor, cuando la Segunda Guerra Mundial había terminado. Hoy se han vendido decenas de millones de ejemplares, convirtiéndolo en el libro francés más leído de la historia y el más traducido. Sin embargo, y por encima de cualquier otro dato, es evidente que El principito ha emocionado a millones que le han disfrutado; grandes y chicos. Quizá, para todos ellos, lo esencial es invisible para los ojos…
Algunas frases de esta obra de arte: El principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
- La geografía, en efecto, me ha servido de mucho; a primera vista podría distinguir perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.
- Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer.
- Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
- Bebo para olvidar que soy un borracho.
- He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
- Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.
- Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.
- Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.
- Todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque pocas de ellas lo recuerden).
- Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar.
- A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: «¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?» Pero en cambio preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?» Solamente con estos detalles creen conocerle.
- Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio.
- Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso.
- Es tan misterioso el país de las lágrimas.
- Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.
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