Por Mariana Uty Estrada.
También conocido como “El Jaibo” y “La Manuela”, este actor nacido en la Ciudad de México en 1930, supo como hacer historia.
Siempre está el cuestionamiento: ¿Cuántos buenos actores hay en nuestro país? ¿Quiénes son los grandes del cine? He aquí un gran ejemplo, y aunque muchos aparentemente lo han olvidado, es indudablemente, uno de los mejores en su categoría.
Roberto Cobo comenzó su carrera a los 8 años de edad en los teatros itinerantes, donde se dedicó a hacer presentaciones en carpas. Posteriormente, se integró a distintas compañías de teatro, y consiguió también la oportunidad de ser visto en la pantalla grande en 1945, haciendo su debut en Los siete niños de Écija. Mientras tanto, continuó trabajando en varias obras de teatro, siendo conocido como Calambres por los exagerados movimientos que realizaba como bailarín en el Teatro Lírico.
Su primer gran reconocimiento fue en 1950 cuando trabajó al lado del grandísimo cineasta Luis Buñuel en Los Olvidados. En esa cinta, Cobo interpretó a unos de los personajes más memorables en la historia de nuestro cine, El Jaibo, un delincuente adolescente que escapa de una correccional para reunirse con sus amigos, y encontrar al culpable de su encierro. Roberto Cobo volvió a colaborar nuevamente con el director español en Dulces Compañías.
Después de ser aclamado mundialmente por su extraordinaria interpretación en Los Olvidados, Cobo destacó nuevamente por su actuación en El Lugar Sin Límites de Arturo Ripstein en 1977, pues además de sobresalir, su papel se volvió famoso por lo controversia que fue para la época, y por ser una de los primeros actores mexicanos en interpretar a un homosexual.
Roberto Cobo falleció en el 2002 a la edad de 72 años, dejando un legado de más de 70 películas, donde además de las mencionadas anteriormente se encuentran Viento negro, De noche vienes, Esmeralda, Cabeza de vaca, Amor libre, Santitos, entre muchas otras. Claro está que cuando hablamos del actor nos es imposible no pensar en El Jaibo o en La Manuela, como el mismo citaba: “Lo bonito es que me recuerden por dos papeles tan diferentes: un delincuente juvenil y un pobre homosexual”.
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