Si bien México no ha dejado atrás lo turbulento de los años del gobierno del expresidente mexicano Felipe Calderón, pareciera hoy día que la sensación es distinta; quizá el hecho de que los medios y el discurso oficial no se dirijan hacia temas como la violencia en el país, han ayudado a esta percepción. Sin embargo, eso no significa que ésto haya sido superado; aún hay temas pendientes.
Hace cuatro años, un cinco de junio de 2009, nos enteramos por diversos espacios de la noticia dramática del incendio de la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, provocando la muerte (algunos ese día y otros posteriormente) de 49 niños y niñas. Niños y niñas.
El evento, además de cambiar la vida para siempre de las familias implicadas que aún buscan justicia, dejó en evidencia la larga lista de corrupción, tráfico de influencias, incompetencia gubernamental, entre otros, que provocaron las fallas que terminaron en una de las tragedias más dramáticas del sexenio pasado.
Once funcionarios públicos, en ese momento, fueron señalados como responsables. Entre ellos el exgobernador de Sonora, Eduardo Bours, quien negó siempre su responsabilidad; el exdirector general del IMSS, Juan Molinar Horcasitas, quien además defendió la subrogación de guarderías del IMSS; y el expresidente municipal de Hermosillo, Ernesto Gándara Camou, quien es hoy Senador de la República.
La impunidad contrasta con la lenta y difícil vuelta a la realidad de familiares de las niñas y niños que murieron hace cuatro años. Frustración, tristeza y coraje chocan con la tranquilidad de quien inclusive, se da el lujo de dormir en plena sesión del Senado de la República con un sueldo que cobra con impuestos que nosotros pagamos.
La indiferencia de la sociedad ¿cobija la impunidad?
Hace tres años me lancé a la Vigilia ABC que se organizaba en la glorieta del Ángel de la Independencia en la ciudad de México. Fue la noche del viernes 4 de junio de 2010 para amanecer sábado 5 de junio. Si bien algunos asistimos para unirnos a la pena de las familias, la indiferencia de muchos de los presentes fue evidente. Si bien se sumaron voces y brazos muy contundentes y comprometidos con la causa; sí contrastó la indiferencia de otros que se sintieron ajenos.
Me preguntaba ese día, de manera muy personal, ¿cuándo fue que nos desconectamos de todos los demás? Si como sociedad nos uniéramos todos a estos temas, la fuerza de grupo sumaría para exigir. Sin embargo la indiferencia y desunión entre todos ha derivado en que inclusive los culpables gocen de sueldos que nosotros mismos pagamos. En un video que hice ese día, contrasta dramáticamente el grito de «No están solos» con la pasividad de los automovilistas que literalmente, ni pito dijeron.
Las lecciones son muchas, y más, cuando ignoramos las tragedias que pueden provocarse a raíz de las consecuencias de no haber aplicado la justicia. México, en esos difíciles años, estaba a punto de celebrar con bombo, platillo y «colosos», los doscientos años del inicio de la lucha por la independencia de México y los cien años del inicio de la revolución mexicana; hoy la pregunta sigue siendo la misma… ¿Con qué ganas, y qué, se quería celebrar?
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